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Ya ocupará otra su lugar

Publicado el 
noviembre 7, 2025

La espectáculo tecnológica estadounidense está experimentando un déjà vu que muchos economistas no querían retornar a presenciar. En los últimos meses, los gigantes de la industria de la IA —OpenAI, Anthropic, Google DeepMind o Cohere— han impulsado una fiebre de inversión que recuerda a la de las puntocom de los noventa.

La diferencia es que ahora el combustible no son las conexiones de bandada ancha, sino chips de inteligencia industrial, centros de datos y promesas de desarrollar una IA Común (AGI) aún distante.

Pero, mientras el sector privado acelera su consumición, la pregunta que sobrevuela los mercados es inquietante: ¿qué pasará si una de estas empresas "demasiado grandes para caer" termina cayendo, como ya pasó durante otra crisis (la del 2008)? La respuesta llegó esta semana desde la Casa Blanca, y no es la que muchos esperaban.

La ristra roja del gobierno Trump

David Sacks, patrón de caudal peligro y presente asesor principal de Donald Trump en materia de inteligencia industrial y criptomonedas, fue tajante: "No habrá rescate federal para las empresas de IA". En un mensaje publicado en la red X, Sacks remarcó que

"Estados Unidos tiene al menos cinco compañías de vanguardia en el ampliación de modelos de IA. Si una equivocación, otras ocuparán su ocupación".

Su revelación, respaldada luego en una comparecencia delante medios económicos, marca una ristra roja clara: el Gobierno apoyará el despliegue de infraestructura y energía necesaria para la nueva posesiones basada en los algoritmos, pero no pondrá pasta conocido para defender a ninguna empresa si la burbuja estalla.

En palabras del propio Sacks, la prioridad es "allanar la construcción, no rescatar" ("Build-out, not bailout").

Detrás de esta afirmación hay una visión pragmática del mercado: si el ecosistema de la IA es tan revolucionario como promete, debería ser capaz de regenerarse sin intervención estatal. Y si no lo es, más vale que el impacto ocurra pronto y no cuando la exposición económica sea sistémica.

Según Jeff Bezos, es verdad que estamos ante una burbuja de la IA, pero eso es "bueno"… porque patatas

Pero, recientemente, el economista Jason Furman, de Harvard, advertía recientemente que el crecimiento del PIB estadounidense en 2025 depende casi por completo de la construcción de centros de datos. Sin ellos, el crecimiento sería prácticamente ineficaz.

En otras palabras: el esplendor de la IA ya sostiene artificialmente la posesiones, igual que el teja lo hizo en 2007.

El inversor Michael Burry, célebre por anticipar la crisis hipotecaria de 2008, lo resumió en pocas palabras: "Ya he apostado en corto contra NVIDIA"

La polémica de Sarah Friar

Toda la polémica comenzó con unas declaraciones de Sarah Friar, directora financiera de OpenAI, durante el evento Tech Live del 'Wall Street Journal'. En su intervención, Friar sugirió que la empresa estaba interesada en que "instituciones financieras y quizás el propio gobierno federal" ayudaran a certificar los préstamos necesarios para financiar sus colosales inversiones en chips de IA y centros de datos.

El término que usó —backstop, traducible como 'respaldo' o 'fianza'— bastó para desatar una tormenta. Muchos interpretaron que OpenAI pedía un flotador conocido delante un eventual colapso financiero. Al día futuro, Friar tuvo que aclararlo en LinkedIn:

"OpenAI no averiguación el respaldo del gobierno para nuestros compromisos de infraestructura. Utilicé ese término, y eso sólo confundió lo que quería transmitir".

Según explicó, su intención era defender una cooperación estratégica público-privada que fortaleciera la capacidad industrial estadounidense, no un rescate financiero. Aun así, el tema ya se había puesto sobre la mesa de debate conocido.

En los foros financieros y tecnológicos se empezó a platicar de un paralelismo incómodo con la crisis de 2008, cuando el concepto "demasiado magnate para caer" justificó el rescate multimillonario de bancos y aseguradoras. Que una empresa de IA —sector en pleno auge reflexivo— empezara a platicar de supuestas garantías estatales levantó todas las alarmas.

OpenAI en la cuerda floja

El propio Sam Altman, CEO de OpenAI, intentó apagar el fuego al propagar una extensa revelación en X:

"Si nos equivocamos y no podemos solucionarlo, deberíamos fracasar. Otras compañías seguirán haciendo un buen trabajo y sirviendo a los clientes".

Altman explicó que su compañía tiene compromisos por valía de 1,4 billones de dólares en los próximos ocho abriles, centrados en la expansión de centros de datos y en acuerdos con fabricantes de chips. Al obstrucción de 2025, aplazamiento terminar con más de 20.000 millones en ingresos anuales, con la apetencia de alcanzar “cientos de miles de millones” en 2030.

Pero detrás de ese optimismo hay una aritmética que inquieta a los analistas. OpenAI sigue quemando pasta a un ritmo vertiginoso: solo en el zaguero trimestre perdió más de 11.500 millones de dólares, mientras competidores como Google, a través de Gemini, batían récords de ingresos. Su maniquí de negocio depende de la esperanza de alcanzar la AGI —una promesa aún lejana— y de que los costes de computación no se disparen más rápido que sus ingresos.

Imagen | Marcos Merino mediante IA

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