Una profesional de la Gen Z relata por qué rechazó trabajar como nómada digital desde España, y prefirió la oficina de 9 a 5 en su país

Una profesional considera que los constantes mensajes de multitud mostrando cómo trabajan desde alguna playa remota y presumiendo de su vida como nómadas digitales "es una novelística tediosa y dañina que anima a jóvenes trabajadores como yo a renunciar a la estabilidad antaño siquiera de tener contrario nuestro inmovilidad". 

Y es que ella misma decidió ser nómada digital una época pero acabó renunciando a ello para retornar a un trabajo de oficina de 9 a 5 en su país, en el Reino Unido. Lo ha relatado en un artículo para The Telegraph donde dice que ella cayó en la "trampa". Ya en Genbeta hemos hablado cómo la vida de nómada digital se muestra como idílica pero tiene muchos retos y hemos recogido testimonios de personas que han manido que ese estilo de vida y la inestabilidad dañan su vigor mental. 

En este caso, la verde afirma que "estos vídeos glorifican el cambio de un empleo estable por la vida de emprendedor sin mostrar la tensión financiera, el agotamiento emocional y el estancamiento profesional que conlleva". Su primer trabajo al salir de la universidad fue a tiempo completo, yendo a la oficina solo dos veces por semana. 

"En una tumbona en España"

Al ser su primer trabajo ella considera que necesitaba más contacto personal con sus compañeros, igual que otras personas que nos relataron a Genbeta por qué creen que es importante ir a la oficina, sobre todo en la nubilidad. 

Con esta desconexión que la profesional relata decidió mudarse a España y trabajar online. "Hace un año, estaba sentada en una tumbona en España, disfrutando de los últimos rayos de sol otoñal mientras teletrabajaba como empresaria y gestora de talento". Según sus palabras, vivía el sueño de la Procreación Z. 

Pero notó algunos de los problemas que otros nómadas digitales asimismo acusan como, por ejemplo, la dificultad de desconectar. "Cada vez que intentaba relajarme, me invadía la error por no entender qué debería estar haciendo. Rápidamente se volvió agobiante. Todavía me volví solitaria. Habitar con mi propio horario me aislaba; por separado de mi novio, nadie que conociera estaba en la misma situación". 

Como británica, explica que ella sentía que necesitaba las interacciones sociales que ofrece una oficina porque no encontraba más formas de socializar en su nuevo destino.  

Todavía palabra de la carencia de ser una persona disciplinada y con autoevaluación. Sobre este tema, como persona que ha sido nómada digital durante gran parte de su vida profesional, yo ya he relatado cómo, si ya es difícil aplicarse día tras día  para aguantar a lugar nuestras obligaciones cuando estamos en casa, más puede serlo cuando estás en algún paraíso rodeada de personas que están de holganza o de año sabatino viajando el mundo. Por lo que sí se requiere mucha disciplina. 

Tener unos horarios

"Así que ahora, a mediados de mis veintitantos, trabajo en la oficina cinco días a la semana, tengo 28 días de holganza al año y mucha multitud a la que rendir cuentas", explica la verde que añade que se siente mucho más realizada. 

Según su opinión, "el mensaje constante de que los horarios de nueve a cinco son "tóxicos" ha moldeado las ", aspiraciones de estilo de vida. En TikTok e Instagram, un creciente coro de influencers y autoproclamados coaches profesionales promueven (y se benefician) de la idea de que el trabajo tradicional es una trampa y poco de lo que hay que escapar", explica la mujer. 

Y ve una falsedad el discurso que apunta a que la vida de un emprendedor se presenta como la independencia definitiva, con historias de éxito difundidas en podcasts, programas de televisión y plataformas sociales. 

Mientras que ella considera que "rehusar un trabajo estable tiene consecuencias a prolongado plazo: menores perspectivas laborales, marcha de cotizaciones a la pensión, marcha de ayudas por maternidad o bajas remuneradas. La promesa de "independencia" puede deteriorar silenciosamente la seguridad financiera". 

Imagen | Foto de Aleh Tsikhanau en Unsplash

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