
ARTDEPARTMENT

Si usaste un ordenador en los abriles 90 hay una guarismo grabada a fuego en tu memoria con congruo seguridad: 1,44 MB. Este número estaba impreso en cada disquete de 3,5 pulgadas al ser la capacidad de almacenamiento con la que contaban. Y era poco fundamental, puesto que de este número dependía si un trabajo de la universidad se podía acumular aquí o nos enfrentaba a cuantos disquetes harían desliz para instalar un software. Pero la pregunta es... ¿Por qué este 1,44 MB?
El contexto. Hoy, esta capacidad parece completamente ridícula. Una simple fotografía que hacemos con el móvil no cabría en un disquete y ya ni susurrar de programas o juegos donde se requiere un gran disco duro. Sin bloqueo, durante casi dos décadas este margen no fue una simple definición técnica, sino un corsé que moldeó el incremento de software, la distribución de videojuegos y el día a día de miles de usuarios.
Aunque hoy asociemos el disquete a una época pasada (casi la prehistoria para muchos), la verdad es que este dispositivo fue una innovación de Sony en 1981. Su gran superioridad frente a su predecesor, el flexible y pusilánime disquete de 5,25 pulgadas, era su carcasa rígida de plástico y una pestaña metálica que protegía la superficie magnética del polvo y las huellas dactilares.
Tras unas primeras versiones de 360 KB y 720 KB (Doble Densidad o DD), el formato despegó definitivamente cuando IBM lo adoptó en 1987 para sus ordenadores PS/2, introduciendo la reforma de Incorporación Densidad (HD) con la mágica capacidad de 1,44 MB. A partir de ese momento, se convirtió en el habitual universal.
Las matemáticas. La guarismo de 1,44 MB no es un número claro (tiene esos odiosos decimales) y su origen es un extraordinario entrenamiento de aritmética informática. La capacidad de un disquete se calcula multiplicando sus componentes físicos.
Si multiplicamos todo esto (80 x 2 x 18 x 512), el resultado es 1.474.560 bytes. Y aquí es donde empieza la confusión que dio ocasión a la "mentira" de los 1,44 MB.
La conversión. Tradicionalmente en computación, las unidades no se basan en el sistema fracción (múltiplos de 1.000), sino en el binario (múltiplos de 1.024). Por consiguiente, 1 Kilobyte (KB) = 1.024 byte y 1 Megabyte (MB) = 1.024 Kilobytes. Con estos datos, si hacemos la conversión de los bytes de la cuenta preliminar obtenemos que 1.474.560 bytes son en verdad 1,40625 Mebibytes (MiB), la mecanismo correcta para esta medición.
El marketing. Sin bloqueo, los fabricantes decidieron en este caso retar con los números para obtener una guarismo más redonda y por ende más comercial. En este caso lo que hicieron fue un cálculo híbrido al dividir los
Sin bloqueo, los fabricantes decidieron retar con los números para obtener una guarismo más redonda y comercial. Lo que hicieron fue un cálculo híbrido al dividir los 1.474.560 bytes entre 1.024, obteniendo 1.440 Kibibytes (KiB). En ocasión de retornar a dividir por 1.024, tomaron esos 1.440 y los dividieron entre 1.000, como si fueran kilobytes decimales. El resultado: 1,44 "Megabytes".
Esta mezcla de unidades binarias y decimales era técnicamente incorrecta, pero comercialmente brillante. El número "1,44" era comprensible de rememorar y se estampó en millones de disquetes, convirtiéndose en un habitual de facto que nadie cuestionó y que sin duda ha pasado a la historia.
Windows 95 en 13 disquetes. Esta capacidad no era solo un número en una inscripción, sino que definía la experiencia que se podía tener con el ordenador. Casi cualquier software de la época venía en una colección de disquetes que había que ir introduciendo uno tras otro. Incluso cuando llegaron los CDs retentiva que cuando había que instalar un solaz se podían ganar a usar hasta tres discos de manear seguida. Pero en este caso, eran muchos más.
El caso más afamado fue el de Windows 95, que se distribuía en 13 disquetes. Para lograrlo, Microsoft utilizó un formato particular llamado DMF (Distribution Media Format), que permitía acumular 1,68 MB en un disquete habitual, reduciendo así el número total de discos. Aunque juegos clásicos como The Secret of Monkey Island o Doom que requerían además cambiar el disquete en momentos claves de la partida.
El comisionado cultural. Aunque el soporte físico ha desaparecido de nuestras vidas, su influencia perdura de una forma sorprendente: el icono de guardado. La inmensa mayoría de los programas de software siguen utilizando la imagen de un disquete de 3,5 pulgadas para representar la actividad de "custodiar".

Este símbolo se estandarizó a principios de los 90 con suites como Microsoft Office y se ha mantenido por pura convención, hasta el punto de que generaciones enteras de usuarios lo reconocen sin sobrevenir pasado nunca un disquete positivo. Es un fósil digital, un testamento del impacto cultural de este pequeño objeto de plástico.
El preciso agonía. A finales de los 90 el reinado del disquete llegó a su fin. La aparición del CD-ROM con una decano capacidad y finalmente los USB dejaron obsoleto el uso de los disquetes. En 2011, Sony, su creador, anunció que cesaba su producción poniendo fin a una era adentro del mundo de la tecnología.
Sin bloqueo, hay un resquicio que se mantuvo en Japón. El país japonés destacó por continuar usando disquetes para miles de procedimientos burocráticos hasta proporcionadamente entrada la plazo del 2020. No fue hasta mediados de 2024 cuando el gobierno japonés declaró oficialmente el fin de los disquetes, eliminando la última regulación que obligaba a tener que usarlos en la empresa pública.
Vía | Gamestar
Imágenes | s j
En Genbeta | Así era WinZIP, el software con el que descubrimos que podíamos 'azuzar' un archivo para que entrase en el disquete
Compartir este artículo
Consultoria Personalizada
¡Si aun no tienes presencia en internet o
necesitas ayuda con tus proyectos, por favor, escribenos!