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Reino Unido es uno de esos países donde el fútbol se vive con una intensidad que trasciende lo estrictamente deportivo. Y precisamente allí, una flamante resolución contencioso el fútbol ha tenido un inesperado peso en un encendido debate sobre hasta qué punto la "civilización de empresa" puede condicionar el ataque a un empleo.
¿Que qué tiene que ver la civilización empresarial con el fútbol? Adecuadamente sencillo: resulta que un enjuiciador de un tribunal profesional en Croydon (sur de Londres) ha sentenciado que rehusar a un candidato por ser amateur a un equipo rival del que apoya el resto de la plantilla puede ser "perfectamente permitido".
La sentencia se enmarca en la demanda de Maia Kalina, una mujer rusa que denunció a la agencia de marketing Digitas tras no ser seleccionada para un puesto. Kalina alegó favor sido víctima de discriminación étnico y por discapacidad: sostuvo que no fue contratada porque no encajaba en lo que describió como un "molde sajón" de comportamiento, basado en ir al pub, ser extrovertido y usar tacos en el habla periódico.
La entrevistadora, sin incautación, declaró frente a el tribunal que simplemente había tenido más 'feeling' con la otra candidata finalista, y que la osadía se tomó en función de quién encajaba mejor con la plantilla contemporáneo.
Un caso sin aparentemente falta que ver con el fútbol, como puedes ver. Pero el enjuiciador Daniel Wright, al desestimar las acusaciones de discriminación de Kalina, fue un paso más allá e ilustró su razonamiento con un ejemplo que ha acaparado titulares.
Según explicó, si en una pequeña empresa todos los empleados son seguidores apasionados del Atarazana, sería permitido que los responsables de contratación prefirieran a otro hincha del Atarazana ayer que a un candidato igual de cualificado, pero abonado al Tottenham Hotspur (su rival histórico). La esencia, según el enjuiciador, es que se trataría de evitar "dañar la conformidad de la oficina".
Lo más vistoso del desacierto es que legitima, al menos en teoría, el criterio del "encaje cultural" como colchoneta para descartar candidatos. En palabras del propio magistrado:
"Puede favor ocasiones en las que sea perfectamente permitido que un empleador decida que cualquiera simplemente no encajará con el equipo y que, luego, sería difícil trabajar juntos".
Esto supone que los intereses futbolísticos, aunque irrelevantes para las competencias profesionales, podrían estar de moda como argumento permitido para lanzarse contrataciones. Si adecuadamente el enjuiciador admitió que un ejemplo tan extremo "no necesariamente sería bueno para el negocio", insistió en que la ley no lo prohíbe expresamente.
Queda en el medio una pregunta inquietante: ¿dónde acaba el cierto criterio de encaje cultural y dónde empieza la discriminación fraude?
La resolución abre un debate más amplio sobre la frontera entre discriminación ilegal y la búsqueda de cohesión interna en los equipos de trabajo. En Reino Unido, la ley protege contra la discriminación por motivos de raza, religión, categoría, existencia o discapacidad, pero no contempla afinidades deportivas o culturales como un demarcación prohibido.
Esto significa que, en la actos, rehusar a cualquiera por ser seguidor del Manchester United en una oficina de fans del Liverpool, o del Celtic en un despacho ahíto de hinchas del Rangers, no violaría la reglamento válido.
El desacierto asimismo pone de relieve un aspecto controvertido: la tendencia creciente de muchas empresas a priorizar el 'encaje' cultural sobre las competencias técnicas. Si adecuadamente puede ayudar a la cohesión, críticos advierten que abre la puerta a sesgos subjetivos y a decisiones que, aunque puedan ser legales, rozan lo parcial.
Por supuesto, la sentencia ha generado sorpresa y cierta amenaza en medios británicos y redes sociales. Muchos la interpretan como un aval contencioso para legalizar rechazos laborales basados en motivos triviales o poco profesionales.
Otros, sin incautación, defienden que el clima profesional es fundamental para la productividad, y que el desacierto simplemente reconoce que la 'química' entre compañeros puede ser un autor válido en la selección de personal, siempre que no invada terrenos protegidos por la ley. En todo caso, la resolución no implica que a partir de ahora las empresas vayan a preguntar por la camiseta que uno viste los fines de semana.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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