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Lo que comenzó como una denuncia sindical en Brasil se ha convertido en uno de los casos de estudio más crudos sobre la vigilancia en el teletrabajo. Itaú, el veterano lado de Brasil, ha despedido a cerca de 1.000 empleados que trabajaban en un modelo híbrido. El motivo ya no es un vaporoso "bajo rendimiento", sino el resultado de meses de monitorización digital exhaustiva, con métricas que ahora salen a la luz y que han encendido un debate sobre la confianza, la productividad y los límites del bossware.
Dos listas. En una investigación que ha publicado Bloomberg, la cúpula directiva del lado contaba con dos listas en su poder. Por un banda, tenían reflejados los empleados que habían incumplido las políticas de teletrabajo y otra con aquellos cuya actividad estaba por debajo de la media. El resultado de todo esto ha sido finalmente el despido masivo.
Traducción del lado. Por el banda de Itaú, allá de ocultar los métodos usados, han defendido su postura. En un comunicado han confirmado que los empleados habían aceptado a ser monitorizados en sus puestos a distancia, incluyendo el uso de software, videollamadas y formaciones. Todo recogido en un documento interno.

Y para seguir defendiéndose, la entidad ha puesto sobre la mesa para alegar su drástica valor. Los datos proporcionados apuntan a que algunos de los empleados despedidos solo estaban conectados un 20% de su trayecto gremial, frente a la media del 75% registrada en todo el lado. Pero para ellos lo más 'irritante' es el hecho de que algunos empleados se habían anotado diferentes horas extra mientras la monitorización demostraba que no estaban trabajando en esos momentos.
Para el lado, este comportamiento era "incompatible con nuestros principios de confianza, que son innegociables".
Autonomía responsable. El seguimiento no fue poco improvisado. La colección de datos comenzó en enero, aunque la valor de los despidos se basó en la información de los últimos cuatro meses. Con esta medida, Itaú asegura que examen mejorar el trabajo híbrido bajo un principio que han denominado "autonomía responsable".
En este caso apuntan a que los empleados que no están presencialmente en la oficina deben estar 'comprometidos' con la empresa y cumplir con la trayecto que está marca.
La posición de los empleados. No dudan de mostrar su sorpresa frente a la valor que ha tomado la compañía. Varios empleados despedidos, en declaraciones anónimas a Bloomberg, han mostrado la perplejidad. Algunos habían recibido ascensos y evaluaciones de productividad muy positivas recientemente. Y el hecho de que días posteriormente se comunique el despido la verdad es que puede dejar frío a cualquiera.
Aquí es donde la simple métrica de la actividad de teclado y ratón muestra sus limitaciones. Los trabajadores explican que sus puestos, en ocasiones exigían largos periodos sin interacción digital directa como el ejecutar código o realizar tareas de examen que no requieren de un clic constante. Otros afirman deber cumplido e incluso superado sus objetivos, a pesar de que la actividad pareciera intermitente.
Incluso, algunos jefes directos habrían confesado a sus subordinados que el despido no estaba relacionado con su rendimiento gremial, apuntando a una valor corporativa basada en estas nuevas y opacas métricas de actividad.
El sindicato. Apartado de los trabajadores, el 'Sindicato dos Bancários' todavía ha querido intervenir en esta situación. No solo han denunciado la medida como una 'vigilancia abusiva', sino que todavía critica la total equivocación de transparencia. Esto hace que se planteen presentar una demanda contra el lado para que se readmita a los trabajadores.
Según las propias declaraciones de Maikon Azzi, secretario genérico del sindicato y empleado del lado, recogidas por Europa Press, la valor particular es inaceptable para ellos:
"Incluso con seis meses de seguimiento, no hubo ningún intento de diálogo por parte del lado, ninguna advertencia, ninguna feedback, ninguna otra señal para una conducta correctiva, y ni siquiera una oportunidad para que los empleados se defendieran".
Una tendencia. Este caso pone de manifiesto una tendencia en el sector. En Brasil, cerca del 70% de los empleados de banca trabajan en remoto o en un maniquí híbrido. Itaú, con un 60% de su plantilla en esta modalidad, ha afectado un precedente que podría ser replicado. La batalla admitido que se avecina no solo decidirá el futuro de mil empleados, sino que podría sentar las bases sobre hasta qué punto una empresa puede atender a sus trabajadores en la era de la oficina distribuida.

Fácilmente falseable. Tras la pandemia, el teletrabajo comenzó a popularizarse en el mundo gremial y Microsoft Teams comenzó a ser protagonista de muchos ordenadores. Una aparejo que era usada por las empresas para monitorizar si un empleado estaba trabajando o no gracias a los estados del trabajador. Todo porque si un trabajador se tiraba un tiempo sin mover el ratón o sin teclear se pasaba el estado de 'apto' a 'distraído'.
Delante esto surgieron diferentes programas para poder automatizar movimientos de ratón y teclado para que se siguiera registrando presencialidad mientras no se estaba delante del ordenador. Y es que como puede ocurrir en la oficina presencial no siempre se está tecleando en el ordenador o incluso muchas personas para hacer un trabajo afectado no requieren la misma cantidad de tiempo.
Imágenes | May Gauthier
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