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En los últimos primaveras, la industria del software ha estado dominada por un maniquí de negocio basado en suscripciones, conocido como Software como Servicio (SaaS): al contrario que en el pasado, tus aplicaciones ya no son poco concreto que podías usar porque lo hubieses comprado e instalado en un rincón de tu disco duro, sino que sólo ejercen, en último o viejo medida, de simple portal alquilado alrededor de la plataforma (en la montón) de la compañía desarrolladora.
Inicialmente, este maniquí parecía una posibilidad ideal tanto para empresas como para usuarios: acercamiento a innovaciones constantes, costos iniciales reducidos y facilidad de implementación. Sin confiscación, con el tiempo, los inconvenientes han ido acumulándose hasta el punto de provocar una reevaluación masiva de sus supuestas ventajas.
Ahora, sin confiscación, la dependencia de los caprichos de los proveedores (acrecentamiento constante de precios, potencial equivocación de privacidad, las 'jugarretas' en la renovación/rescisión de suscripciones...) están provocando que muchas empresas y usuarios busquen alternativas. Y una de las más claras es el regreso de las licencias perpetuas de toda la vida.
El maniquí SaaS ha sido defendido por su flexibilidad y por la promesa de abastecer el software actualizado sin penuria de realizar grandes inversiones iniciales. Sin confiscación, con el paso del tiempo, los costos acumulativos han demostrado ser significativamente más elevados que la adquisición de una inmoralidad perpetua.
Empresas como VMware han elevado sus tarifas de suscripción de forma considerable, generando malestar en unos clientes que ven cómo sus presupuestos para software se vuelven cada vez más impredecibles y elevados.

Encima, la equivocación de control sobre el software contratado se ha convertido en otro dolor de cabecera. Esto implica un peligro: si una empresa decide cambiar sus condiciones o aumentar los precios, los clientes se ven obligados a aceptar estos cambios o a portar a una alternativa, lo que puede ser costoso y complicado.
En contraposición al maniquí SaaS, las licencias perpetuas ofrecen una posibilidad clara y ventajosa para aquellos que buscan estabilidad, capital a prolongado plazo y viejo control sobre su software. Al sufragar una sola vez, los clientes adquieren el derecho de usar el software indefinidamente, evitando el problema de los costos recurrentes y las alzas inesperadas de precios.
Es cierto que, para las empresas desarrolladoras de software, el regreso a las licencias perpetuas plantea un provocación a la hora de encontrar nuevos modelos de negocio rentables: por ello algunas han optado por modelos híbridos, combinando licencias perpetuas con opciones de mantenimiento o servicios adicionales en la montón.
Incluso empresas como 37signals (que siempre han destacado por sus servicios cloud), han empezado a impulsar iniciativas como ONCE, que ofrecen software con licencias perpetuas que los clientes pueden resolver e instalar por su cuenta. En un mundo donde las tecnologías de autoalojamiento se han simplificado enormemente, esta opción se ha vuelto cada vez más viable.
La portada de la web de ONCE contiene un texto que es, al mismo tiempo, promoción y manifiesto, con fragmentos como este:
"Ayer pagabas una vez, lo instalabas y lo ejecutabas. Ya fuera en el ordenador de cierto o en un servidor para todos, sentías que era tuyo. Y lo era.
Hoy en día, la mayoría del software es un servicio. No es propio, sino alquilado. Al comprarlo, se firma un acuerdo perpetuo de propietario-inquilino. Cada mes se paga prácticamente por lo mismo que se tenía el mes preliminar. Y si se deja de sufragar, el software deja de funcionar. ¡Pum!, te desalojan. [...]
La instalación y la suministro solían ser extremadamente complicadas, pero la tecnología de autoalojamiento ahora es más sencilla y ha mejorado enormemente. [...] Hubo un tiempo en que uno poseía lo que pagaba, controlaba lo que dependía de él, y su privacidad y seguridad eran asunto suyo. Creemos que ese momento ha llegado de nuevo".
Otro caso significativo de esta tendencia es el de Microsoft, que recientemente anunció el propagación de Microsoft Office 2024 con inmoralidad perpetua, respondiendo a la demanda de usuarios y empresas que prefieren evitar los pagos recurrentes de Microsoft 365.
Así, Office 2024 permitirá a los usuarios sufragar una sola vez y usar el software de forma indefinida, poco que siempre había sido el maniquí de Microsoft, pero que la compañía había limitado considerablemente en merced de su maniquí de suscripción.
Otro ejemplo destacado es la suite de diseño Affinity, que ha capitalizado el malestar de miles de los antiguos usuarios de Adobe tras la transición de esta última al maniquí SaaS. Mientras que Adobe obligó a sus clientes a adoptar Creative Cloud con suscripciones mensuales, Affinity lanzó una alternativa con licencias perpetuas para su software de diseño descriptivo, ilustración y tirada fotográfica.
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