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En los últimos primaveras, hemos trillado surgir conceptos como “patrimonio de la suscripción” y “software como servicio” anunciando un claro cambio cultural donde hemos pasado de un maniquí de posesión a preferir el maniquí de subscripción. Este aberración, a veces mojado como Subscription Economy, no solo se circunscribe a empresas tipo Netflix o Spotify, sino que impacta además a sectores como el automotriz o la liquidación de muebles.


Muchas compañías tradicionales se han regalado cuenta de que, al centrarse en la suscripción, obtienen ingresos recurrentes de forma más predecible. Un buen ejemplo es Adobe, que dejó a espaldas la liquidación de licencias perpetuas y apostó por Creative Cloud. El secreto del éxito reside en la fidelización a través de una experiencia de heredero única y relevante.
El maniquí de negocio de suscripción tiene múltiples ventajas. Algunas de las más importantes son:
Aunque parezca muy hacedero, hacer crecer el MMR no resulta carencia hacedero y no sucede de contratiempo. Es por ello que son negocios que son intensivos en evacuación de financiación original porque sin masa crítica de usuarios no suelen funcionar. Por eso es muy recomendable que sigas estos pasos:
Netflix tardo mucho tiempo en encontrar el camino pues empezó siendo un vídeo club a distancia hasta que explotó gracias al streaming. Veamos algunos ejemplos de modelos de negocio de suscripción que han tenido éxito:
Netflix: pionero en la distribución de contenido bajo demanda. Ha sabido explotar la preferencia de los usuarios por la flexibilidad y por evitar la publicidad intrusiva.
Dollar Shave Club: pasó de un simple e-commerce a un negocio recurrente, enviando cuchillas y productos de aseo de forma periódica, evitando la fricción del “comprar de nuevo”.
Adobe Creative Cloud: la transición de software vendido en caja a un sistema de suscripción constante les ha brindado mejor control de actualizaciones y un acercamiento continuo con su comunidad creativa.
La transformación del maniquí de propiedad a suscripción avanza en sectores insospechados: arrendamiento de coches por horas o incluso viviendas compartidas bajo modelos flexibles. Se prevé un crecimiento sostenido gracias al auge del consumo responsable, donde sufragar solo por el uso vivo es una preeminencia económica y medioambiental. Y, la verdad, si me permites un pequeño desliz, ¡a veces es más cómodo tener todo a mano sin acumular trastos!
El cambio en torno a la suscripción es imparable y representa una oportunidad dorada para las empresas que sepan anticiparse a la demanda de experiencias personalizadas y flexibles.
Disculpa si alguna frase salió un tanto redundante o si repito un concepto de más (ser humano al teclado). A fin de cuentas, lo importante es transmitir la esencia y, a veces, las concordancias entre términos se notan mucho. Bueno, ¡eso forma parte del encanto de la escritura orgánica, creo yo!
Si te gustó este artículo, compártelo, o deja tu comentario. Nos seguimos leyendo en el apasionante mundo de la suscripción, donde el uso prevalece sobre la propiedad, y la experiencia manda sobre la simple transacción.
Referencias y lecturas recomendadas (co-citaciones):
– John Warrillow: The Automatic Customer
– Subscription Economy: www.subscriptioneconomy.com
– Adobe, Netflix, Spotify (ejemplos prácticos del maniquí de suscripción)
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