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Los fraudes y las estafas, particular (pero no nada más) las perpetradas online, se han convertido en fenómenos comunes que afectan a personas de todas las edades y contextos. Y sí, asimismo a jóvenes adultos versados en informática.
Y si correctamente la primera reacción suele ser preguntarse por qué un 'adjudicatario medio' no fue capaz de ver las señales de una estafa (muchos lo hemos hecho), asimismo hay que rememorar que ese tal 'adjudicatario medio' no es más que una inducción.
Las respuestas a esa pregunta pueden ser múltiples: desde el único despiste de quien no le da mucha importancia pulsar un enlace mientras centra su atención en otra cosa, hasta la persona a la que convencen recurriendo a su vulnerabilidad emocional y/o económica, las explicaciones pueden ser tantas como usuarios hay.
Por eso, es importante dejar claro que, más allá de la inducción, no cerca de culpar al adjudicatario concreto de acaecer sido víctima de una estafa.
Aunque sólo sea porque es un enfoque que perpetúa el estigma, y dificulta la lucha contra estos delitos, pues muchas víctimas no denuncian estos delitos adecuado a la vergüenza y/o la desatiendo de apoyo institucional.

Así es, las víctimas de los ciberdelitos presentan una tasa de denuncia mucho pequeño que las víctimas de otros delitos, según un estudio sobre víctimas de estafas online realizado por Scamwatch.
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Hoy en día, los estafadores son profesionales sofisticados que pueden alcanzar a invertir estrategias psicológicas avanzadas, manipulan emociones y crean escenarios extremadamente convincentes.
Desde el uso de algoritmos para descifrar contraseñas en segundos hasta la creación de deepfakes que imitan a la perfección rostros y/o voces, los métodos de estos delincuentes evolucionan constantemente.
Sin secuestro, cuando determinado cae víctima de una estafa, en área de centrar la atención en los criminales y sus tácticas (o en las vulnerabilidades que los gobiernos y grandes compañías permiten en sus servicios y dispositivos), la sociedad tiende a responsabilizar a las víctimas.
El miedo de las víctimas a ser juzgadas, y refuerza la impunidad de los estafadores y dificulta que las instituciones identifiquen patrones y tomen medidas preventivas
Kathy Stokes, directora de Programas de Prevención del Fraude para la AARP (Asociación Saco de Personas Jubiladas), nos recuerda que hay que
"pensar en la intención de la víctima: ellas no se despiertan un día y deciden despachar peculio a criminales. Estaban tratando de ayudar a su querido nieto a salir de problemas, o tratando de realizar una inversión".

"Yo considero que fui víctima de una estafa", nos cuenta un compañero de una publicación tecnológica de Webedia:
"Una vez, cuando estaba vendiendo un iPhone en Wallapop, di mi DNI acoplado como no se debe dar, sin sospechar de cero. No sabía todo lo que sé ahora, y temí meterme en líos porque empezaron a salir las noticiero de juzgados y casos de suplantación de identidad".
"¿Por qué caí? Ganas de traicionar ese iPhone y parecía ser el único requisito del comprador para fiarse de mí. Juegan con el punto de 'si no me lo mandas firme, no te compro'".
"Muy ingenuo por mi parte, pero bueno, clase aprendida. Nunca he sabido si fue estafa, pero caí en lo mismo que, para mucha muchedumbre, sí ha sido estafa".
La tendencia a culpar a las víctimas no surge de la maldad, sino de sesgos psicológicos:
Uno y otro sesgos son mecanismos de autoprotección: nos permiten pensar que nosotros no caeríamos en la estafa y que, luego, en la vida caeríamos en la misma situación. Por supuesto, es tratable proponer que el resultado era obvio cuando ya sabes lo que pasó, pero nadie puede prever cómo reaccionará en un momento de presión.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
En Genbeta | Estas son las razones por las que los estafadores pueden tener tus datos (y convencerte así para darles asimismo tu peculio)
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