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Durante primaveras, la citación "Teoría del Internet Muerto" ha estado circulando como un solo mito de hornacina en foros como 4chan: la sospecha de que buena parte de lo que leemos y consumimos online ya no proviene de personas reales, sino de bots y algoritmos que simulan conversación, generan noticiero falsas o inflan artificialmente tendencias.
Pero lo que para muchos comenzó como una broma conspiranoica parece sobrevenir enfrentado un insólito valedor: **Sam Altman**, director ejecutante de OpenAI, la empresa propietaria de ChatGPT, y la que popularizó la IA generativa.
En un mensaje en la red social X, Altman escribió:
"Nunca tomé la teoría del Internet muerto demasiado en serio, pero parece que ahora hay en realidad muchas cuentas de Twitter manejadas por modelos de lengua".
El comentario desató un torrente de burlas. Algunos usuarios respondieron imitándole con frases estilo ChatGPT ("Esta observación no solo es inteligente: demuestra que estás en un nivel superior"), mientras otros compartían el famoso meme del cómico Tim Robinson vestido de perrito caliente, buscando desesperado "al culpable de sobrevenir estrellado el coche"… cuando en efectividad es él mismo.
La ironía era demasiado obvia: ¿cómo podía sorprenderse de un aberración del que él mismo es gastado como principal catalizador?

La hipótesis sostiene que la maduro parte de la actividad en la red ya no proviene de humanos, sino de bots y contenido generado automáticamente. Según sus defensores, el beneficiario corriente navega en una ilusión, una especie de Matrix poblada de perfiles ficticios, artículos fabricados y conversaciones sintéticas.
Aunque durante primaveras fue audiencia como una extravagancia paranoica, la irrupción de la IA generativa le ha regalado un canción de profecía autocumplida.
Hoy vemos YouTube inundado de vídeos históricos inventados por la IA, Instagram y Facebook plagados de imágenes grotescas, y hasta revistas como 'Vogue' enfrentando polémicas por usar modelos virtuales en punto de personas.
Conviene combinar que, aunque los bots y los contenidos sintéticos abundan, la red sigue viva: plataformas como X o TikTok continúan siendo focos de creatividad, memes y debates encarnizados generados por millones de personas de carne y hueso.
La metáfora quizás más acertada no es la de un cementerio, sino la de un 'fin del mundo zombi': los vivos existen, pero están rodeados de hordas interminables de entidades sin alma.

Altman dirige la empresa valorada en casi medio billón de dólares que lanzó ChatGPT al mundo. Un sistema diseñado precisamente para imitar la escritura y la personalidad humana, capaz de producir en segundos toneladas de texto convincente (aunque, a menudo, inexacto).
El resultado: un sueño para spammers y creadores de 'slop', ese mar de contenido hueco que ya sofoca las redes sociales. Incluso cuando no es ChatGPT el que lo produce directamente, ha regalado alas a toda una industria que negociación Internet como un vertedero digital.
De ahí que muchos vieran en su comentario una muestra de descomunal equivocación de autoconciencia (o 'exceso de dureza facial').
Algunos analistas señalan que la preocupación de Altman no es solo filosófica, sino todavía estratégica (esto es, económicamente interesada): desde hace primaveras promueve World Network (antiguamente Worldcoin), un polémico plan que escudriñamiento efectuar identidades humanas online mediante escaneos biométricos. Frente a un Internet cada vez más automatizado, una aparejo así se vendería fácilmente como un filtro esencial para separar voces humanas de ruido algorítmico.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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