Los grandes líderes tecnológicos ya no niegan que la burbuja de la IA pueda ser real. En vez de pincharla, piden ayuda

Durante primaveras, el crecimiento de la inversión en inteligencia sintético no ha tenido techo. Sin incautación, el discurso en Silicon Valley ha cambiado en estos últimos meses. Sundar Pichai, CEO de Alphabet, ha sido el zaguero gran líder tecnológico en unirse a un discurso de "burbuja", reconociendo que, aunque vivimos un "momento extraordinario", existe una clara "irracionalidad" en el esplendor presente de la IA. Su advertencia es tajante: "Creo que ninguna compañía va a ser inmune, incluidos nosotros".

Pichai no está solo. La novelística de los grandes líderes tecnológicos ha virado en torno a una comparación histórica recurrente: la burbuja de las puntocom de finales de los 90. Tanto Pichai como Mark Zuckerberg y Sam Altman coinciden en el paralelismo. "Podemos echar la instinto detrás con Internet. Claramente hubo un exceso de inversión, pero ningún de nosotros cuestionaría la trascendencia de Internet", explicó Pichai a la BBC. La conclusión es que la tecnología es vivo y revolucionaria, pero las valoraciones financieras se han desconectado de la efectividad, tal y como ocurrió antaño del colapso del año 2000.

El retorno del "Too big to fail". Lo raro de este inspección no es el miedo al estallido, sino la reacción de la industria. En punto de frenar la inversión para evitar el colapso, cosa que está en manos de estos CEO, las grandes tecnológicas parecen estar pidiendo un rescate preventivo en forma de ayuda oficial, especialmente en infraestructuras y energía.

Jensen Huang, CEO de NVIDIA, advirtió recientemente en Londres que "China va a obtener la carrera de la IA" si poniente no espabila. Es una forma sutil de pedir regulaciones más flexibles para los centros de datos. La Casa Blanca, de momento, afirma que no rescatará a empresas de IA. Por su parte, Sarah Friar, directora financiera de OpenAI, llegó a fallar en un evento del WSJ que esperaban que el gobierno respaldase la financiación de su infraestructura, aunque después tuvo que equilibrar en LinkedIn que su uso de la palabra "respaldo" había "confundido el mensaje".

La preocupación energética es vivo. Pichai advirtió sobre las "inmensas" micción de electricidad de la IA y sugirió que "no quieres restringir una capital basada en la energía", pidiendo acciones gubernamentales para desarrollar nuevas fuentes, incluso admitiendo que Google fallará en sus objetivos climáticos a corto plazo correcto a este consumo voraz.

Sálvese quien pueda. El miedo a que la burbuja estalle es palpable. Inversores como Michael Burry ya apuestan en contra de NVIDIA, y críticos de la industria como Ed Zitron señalan en Ars Technica que los gigantes tecnológicos solo están intentando ponerse "en el costado correcto de la historia" admitiendo el exceso de inversión ahora que es evidente.

A pesar de cachear la irracionalidad del mercado, Pichai defiende que Google está mejor posicionada para capear el temporal que sus rivales gracias a su maniquí enhiesto, con el que es dueña desde los chips, los datos de YouTube hasta los modelos de vanguardia (con Gemini 3 Pro liderando el mercado ahora mismo). Mientras tanto, la capital de EE.UU. se vuelve peligrosamente dependiente de este sector: sin la construcción de centros de datos, el crecimiento del PIB habría sido casi nulo (0,1%) en 2025.

Imagen | Steve Juvetson, Wikipedia