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La procreación Z casi nada está aterrizando en el mercado profesional y ya está harta de lo que ofrece. No obstante, se encuentran en un marco para el que tienen sobrecualificación (al menos, en España) y unas condiciones tales que hacerse unas oposiciones les renta más. ¿Y entrar a trabajar en una empresa y zanjar ascendiendo? No, les parece 'muy angustioso y poco gratificante'.
En la oficina la genZ está rompiendo corsés y sin ir más allá, no creen en el liderazgo autoritorio ni en fórmulas como vocear jefes a sus superiores y ya que tienen que presentarse presencialmente sí o sí, alguno que otro recurre al task masking. Pero si hay poco que penaliza a la Gestación Z, eso son las etiquetas. Al menos en el ámbito profesional, en el sexoafectivo están abrazando una grafema clásica del espectro, como recoge El País.
Hay quien les acusa de vagos por no querer jornadas de 40 horas, de una pusilanimidad tal que a algunos sus padres les acompañan a las entrevistas de trabajo, de que resulta difícil trabajar con ellos por su poca docilidad delante abusos laborales o por supuestas incompetencias digitales... pero no, lo peor siguen siendo las etiquetas.
Las etiquetas generacionales son una forma dócil y rápida de entender las tendencias, pero por su simplicidad no son capaces de representar con precisión aspectos más complejos y profundos. Explica para Fortune Jessica Kriegel, jefa de táctica en Culture Partners, que la formalidad de la Gestación Z se ha transformado en un solemne problema, ya que son:
'una forma destructiva de simplificar la complejidad del comportamiento humano en sacos de estereotipos'.
Así, apreciamos a los genZ como un todo y no como individuos con sus particularidades. En sinceridad, esto es más o menos obvio: es lo que tiene extender. El gran problema está en que las etiquetas generacionales se usan en entornos laborales: jefes y áreas de Capital Humanos se basan en ellos para predecir comportamientos, títulos y ética profesional, lo que se traduce luego en estrategias de reemplazo y retención. En pocas palabras: en no otorgar el beneficio de la duda, saltando al subsiguiente candidato.
Y la formalidad de la procreación Z comienza a sobrevenir ejecución: un informe de Intelligent que data de finales de 2024 recogía una entrevista a 966 jefes sondeando la contratación de personas de la Gestación Z: uno de cada seis tenía dudas. Así, de buenas a primeras. Una encuesta de ResumeBuilder a 782 gerentes implicados en selección y contratación de personal arrojaba que un 31% evitaban contratar a la Gestación Z por motivos como la dificultad de gestionarles, lo que les cuesta soportar las cargas de trabajo o que no se llevan acertadamente con otras personas de la empresa.
Por si fuera poco, explica el avezado en demografía Mark McCrindle que las etiquetas de la Gestación Z están mal hechas: no hay que tener en cuenta tanto el rango de abriles sino a acontecimientos históricos impactantes que marcaron su futuro. Así, a los Baby Boomers los define la expansión económica del Sueño Gringo, a la GenX la caída del tapia de Berlín y el pop y a Millennials la expsanión de internet y la globalización. ¿Y para la procreación Z?
La pandemia del Covid-19, crisis económica, crisis climática, movimientos sociales como el MeToo o Black Lives Matter... tienen para nominar. No han nacido con ellos, pero sí han crecido en ese marco y les ha afectado de pleno. La novelística ha cambiado de pleno y de términos anteriores como la 'procreación más preparada de la historia' ha habido un desvío de 180 grados tal que hay quien evita contratarles.
Los números y los estudios que apuntan a esa tendencia llegan a ser tan intranquilizante como este del que se hace eco Xataka en el que el 40% de los gerentes reconocía no echarse en brazos en la procreación Z y su ética, olvidándose que ellos asimismo fueron jóvenes, tuvieron rebeldía y que quejarse de condiciones como la yerro de flexibilidad o la ineficiencia del presencialismo no es poco nuevo ni mucho menos malo.
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Portada | Foto de bruce mars en Unsplash
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