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En los últimos primaveras, los discos de estado sólido (más conocidos como 'SSD') se han vuelto imprescindibles para quienes buscan velocidad y fiabilidad en sus ordenadores. Pero, como siempre ocurre en estos casos, el creciente interés por esta tecnología asimismo ha legado espacio a un mercado paralelo de unidades falsas y/o manipuladas.
Hoy os traemos el caso de un usufructuario que, con toda la ilusión de modernizar un rancio iMac de 2006, terminó siendo víctima de una estafa sorprendentemente sofisticada.
Todo comenzó con la sustitución del disco duro diferente del iMac por un SSD supuestamente de suscripción capacidad. A primera presencia, el dispositivo parecía perfectamente auténtico: embalaje convincente, carcasa con el logotipo de Kingston figura, incluso un sello de respaldo en los tornillos. Nulo hacía sospechar, en recopilación, que se tratara de una falsificación.
Pero... la miedo saltó al comprobar el rendimiento. Las velocidades de transferencia casi nada alcanzaban 600 KB/s, muy por debajo de lo esperado incluso para estándares antiguos como SATA II o USB 2.0. Tras varias pruebas y el uso de la utensilio de reparación de disco de macOS, la velocidad mejoró un poco, pero seguía siendo ridículamente mengua: 2,6 MB/s. Poco no cuadraba.
Así, el usufructuario comenzó a darle vueltas a la idea de que el SSD pudiera ser fraudulento. Aunque adquirido en un portal de confianza (eMag, uno de los grandes minoristas en Rumanía), el detalle esencia estaba en que el producto provenía de un mercader forastero y no de la propia tienda: el clásico truco del "vendido por X, ventilado por Y" al estilo de Amazon.
Para comprobar la autenticidad del dispositivo, el usufructuario recurrió a F3 (Fight Flash Fraud), una utensilio de software diseñada para efectuar memorias falsas mediante pruebas de escritura y ojeada. Ahí se reveló la verdad: el supuesto SSD de casi 1 TB se comportaba como una pelotón de casi nada 128 GB reales. Una vez atrapado ese periferia, las escrituras se volvían lentas, erráticas y corruptas.

La conclusión del usufructuario resulta tan inquietante como fascinante: todo indica que el dispositivo era un SSD puro... de 128 GB, probablemente defectuoso o devuelto (RMA), al que cierto había reprogramado el firmware para que informara al sistema eficaz de que disponía de mucha más capacidad de la que en realidad tenía. En cierta forma, aunque el foráneo era auténtico, el interior había sido "hackeado".
Incluso la rótulo posterior del producto, de impresión descuidada y mengua calidad, resultó ser una pista evidente… que había sido pasada por detención en un primer momento. Todo es sencillo de ver a posteriori.
Pero, claro, la frustración del usufructuario no iba a matar con ese descubrimiento sobre el SSD de marras. Y es que, al intentar iniciar un proceso de devolución, el comprador descubrió que la página del producto en la tienda había sido modificada retroactivamente: lo que en su momento aparecía como un SSD Kingston ahora figuraba como un simple adaptador Bluetooth para coche de 5 euros. Un movimiento diseñado para borrar huellas y complicar las reclamaciones.
Por fortuna, el caso se resolvió de forma positiva: tras insistir con el servicio de atención al cliente, eMag abrió el proceso de reembolso y finalmente devolvió la totalidad del monises.
La historia encierra varias doctrina esencia para cualquier persona que compre hardware en secante:
Vía | Andrei.xyz
Imagen | Andrei
En Genbeta | Compró una pelotón SSD de 20 TB y al abrirla solo había seis hierros. Le han inhábil el reembolso porque "no afecta a su rendimiento"
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