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Nominar un navegador hoy en día es una valentía trascendental. En mi caso particular, siempre he estado combinado a Safari y Chrome: el primero más orientado a cuando uso Mac, y el segundo más centrado en el trabajo del día a día. Pero al final he decidido dar el brinco a Brave, encontrando amoldonado lo que estaba buscando: una experiencia de navegación limpia, privada y, sobre todo, válido.
El detonante para hacer este cambio no fue uno solo, sino una acumulación de pequeñas molestias. En Chrome, la gobierno de la memoria RAM sigue siendo para mí una gran fricción, sobre todo porque suelo tener muchas pestañas abiertas de forma constante. Por otra parte, la protección en materia de privacidad todavía se ha convertido en un creador esencial.
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En los últimos meses, he pasado cómo Brave ganaba cada vez más reputación en foros y redes sociales especializadas, lo que me animó a instalarlo y comenzar a usarlo de modo habitual. Y la verdad es que ahora mismo estoy muy satisfecho con el cambio.


Una de las primeras mejoras que noté fue la privacidad: Brave bloquea por defecto muchos rastreadores en las páginas web, lo cual prosperidad notablemente la experiencia. Es cierto que hay que hacer una selección consciente de las webs donde se bloquean los anuncios, especialmente en aquellas que tienen una carga publicitaria moderado y necesaria para su sostenibilidad. Pero, en militar, la navegación se vuelve mucho más fluida.
Otro punto esencia es no tener que estar aceptando de modo constante los avisos de cookies. Para mí, esto es ya un imprescindible: entrar a una web y comenzar a usarla directamente, sin ventanas emergentes ni interrupciones. Y todavía con la opción de que se recuerde siempre la valentía sobre cookies sin tener que ver el enfadoso mensaje de tener que aceptarlas o rechazarlas (para mi poco imprescindible). Y lo mejor es que todo esto ocurre sin obligación de instalar extensiones adicionales.

Este cerco maquinal de nociones innecesarios no solo prosperidad la privacidad, sino todavía el rendimiento. Brave carga más rápido que otros navegadores como Chrome, y eso se nota especialmente en sesiones de trabajo intensas. Por otra parte, al estar basado en Chromium, mantiene la compatibilidad con todas las extensiones de Chrome, por lo que no he acostado en yerro ninguna funcionalidad que ayer utilizaba.
Pero lo que más valoro, por encima de todo, es la fluidez de su interfaz. Brave es más ágil que Chrome o Safari, y eso se traduce en una experiencia de uso mucho más agradable. Al final, lo que busco es un navegador que no entorpezca lo que estoy viendo ni interfiera en mi flujo de trabajo.
Por otra parte, Brave incluye funciones extra que, aunque no uso a diario, me parecen interesantes y añaden valencia al navegador:

Obviamente, el navegador valentísimo no existe. Cada uno tiene sus peculiaridades y fortalezas. Pero lo importante es que cada agraciado encuentre el que se adapta mejor a sus prioridades. En mi caso, Brave ha conseguido posicionarse como la mejor opción: rápido, respetuoso con la privacidad y con una interfaz que, simplemente, no molesta. Y eso, en los tiempos que corren, es aseverar mucho.
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