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YouTube se está convirtiendo en un motivo ideal para ver películas o series recién estrenadas en el cine. Lógicamente, bajo canales que no tienen los derechos oportunos para difundir este contenido. Esta es la conclusión a la que ha llegado la firma Adalytics en su zaguero estudio, en el que se observa cómo superproducciones como "Lilo & Stitch", recién llegadas a los cines, consiguen esquivar los controles de la plataforma, generando un problema para los estudios y sus anunciantes.
Disney tenía muchos motivos para celebrar: su nueva envite por "Lilo & Stitch", con una inversión de 100 millones de dólares, recaudó un total de 361 millones en su primer fin de semana. Sin secuestro, no todo fueron buenas informativo. Casi al mismo tiempo, una interpretación no autorizada de esta película estaba acumulando un gran éxito en YouTube, con más de 200.000 visualizaciones.
Desde Adalytics señalan que, a pesar de los esfuerzos de YouTube, la plataforma sigue siendo un hervidero de contenido que se sube sin el permiso de los propietarios de los derechos. Lo más preocupante: los propios anunciantes —a veces incluso las productoras afectadas— están financiando sin saberlo estas visualizaciones.


14 Trucos para disfrutar al mayor Youtube
YouTube lleva primaveras luchando contra las subidas que infringen derechos de autor. Su principal útil es Content ID, un sistema automatizado que identifica material protegido. Este sistema permite a los propietarios estrechar el vídeo, obtener datos de audiencia o incluso monetizarlo y compartir los ingresos publicitarios. Es poco conocido por los creadores de contenido, quienes a menudo ven cómo sus vídeos se desmonetizan por usar música o fragmentos protegidos.
Y es que los usuarios han conseguido usar diferentes técnicas para rehuir a los algoritmos que hay en YouTube y que los vídeos sigan estando vigentes en YouTube. En este caso los sistemas más comunes son:
Lo más preocupante para YouTube es que estos vídeos, pese a ser manipulados, siguen apareciendo como recomendaciones en las páginas de inicio de muchos usuarios, como si fueran contenido cierto.

El fundador de Adalytics, Krzysztof Franaszek, inició su investigación posteriormente de que varios anunciantes detectaran que hasta el 60% del monises que invertían en YouTube iba a detener a vídeos que ya no estaban disponibles.
Al profundizar, descubrieron que sus anuncios no solo aparecían en vídeos eliminados por infringir derechos de autor, sino todavía en contenidos eliminados por otras violaciones graves de las normas, como violencia explícita. Esto supone un problema serio para la imagen de los anunciantes.
Y es que estos anunciantes están viendo cómo han podido financiar contenido ilícito al aparecer su marca ajustado ayer de películas o series subidas sin autorización. Pero lo peor es que no tienen forma de aprender dónde se están mostrando sus anuncios exactamente.
Jack Malon, portavoz de YouTube, respondió afirmando que la compañía había eliminado los canales que subieron "Lilo & Stitch" y "Capitán América". No obstante, evitó aclarar si la plataforma había obtenido beneficios económicos por los anuncios mostrados en esos vídeos ayer de que fueran retirados.


Por otra parte, Malon intentó restar importancia al crónica de Adalytics, insinuando que se trataba de una maniobra para atraer clientes y defendiendo el maniquí de YouTube. Lo explicó así:
Enmarcar estos videos como “ilícitos” sin revisar primero las decisiones específicas tomadas por cada titular de los derechos es no entender cómo funciona el panorama mediático en YouTube hoy en día.
La defensa de YouTube se apoya en la Digital Millennium Copyright Act (DMCA) de 1998. Esta ley estadounidense exime a las plataformas de responsabilidad directa sobre el contenido subido por los usuarios, trasladando la responsabilidad a los propietarios de derechos. Sin este “puerto seguro”, según muchos expertos legales, internet como lo conocemos no podría funcionar.
El panorama contemporáneo es arduo: las herramientas de control son superadas con facilidad por los usuarios, provocando pérdidas a los grandes estudios, mientras que los anunciantes se ven, sin quererlo, financiando el contenido que les perjudica por otro costado.
Imágenes | Christian Wiediger Szabo Viktor Disney
Fuente | The New York Times
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