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Durante más de dos décadas, Greg Kroah-Hartman (autor de 'Linux Kernel in a Nutshell') ha estado en el corazón del tesina Linux, manteniendo partes fundamentales de su kernel, el núcleo del sistema activo más utilizado del planeta. En una reciente entrevista con The Pragmatic Engineer, Greg ha revelado algunas dinámicas internas inesperadas del exposición del kernel de Linux.
Desde servidores hasta televisores inteligentes, pasando por satélites, routers y la mayoría de teléfonos Android, Linux está en todas partes.
Pero, ¿cómo se construye un tesina de esta magnitud? ¿Y cuál es la razón de su éxito? Según Kroah-Hartman, la secreto reside en un autor inesperado: el egoísmo correctamente canalizado.
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A pesar de su bajo perfil, Linux es omnipresente. Está en más de 4.000 millones de dispositivos Android, en la Temporada Espacial Internacional, los sistemas de control del tráfico leve europeo, cargadores de coches eléctricos, servidores web, televisores Samsung, y hasta en los módems 5G. Kroah-Hartman bromea al respecto:
"Nos hemos comisionado del mundo sin que nadie se diese cuenta".
Pero este dominio no ha surgido por azar: el kernel de Linux es mantenido por una comunidad mundial, compuesta por más de 4.000 desarrolladores al año provenientes de más de 500 empresas, incluyendo a gigantes como Google, Intel o IBM.
A pesar de su apariencia altruista, el éxito de Linux está cimentado, según Kroah-Hartman, en egoísmo. Pero no en cualquier forma de egoísmo, sino en el importante: las empresas y desarrolladores individuales contribuyen al kernel para resolver sus propios problemas, ya sea anexar soporte para un nuevo hardware, mejorar la eficiencia energética o simplificar la integración en sus productos.

Pero aquí viene la inteligencia del maniquí: "Si tú arreglas un problema que tienes, seguramente estás solucionando el problema de otros además". Así, lo que comienza como una restablecimiento restringido termina beneficiando al ecosistema sereno.
Decía el economista y filósofo Adam Smith que "no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses". Pues, aparentemente, obtenemos Linux gracias a ese mismo principio.
Un ejemplo claro de eso sería el soporte para dispositivos embebidos con formación. Varias empresas querían optimizar el kernel para sus smartphones y smartwatches... pero el resultado no solo mejoró el rendimiento en dispositivos móviles, sino que además redujo el consumo energético en centros de datos, ahorrando así miles de millones en infraestructura.
Greg insiste en que contribuir a proyectos como Linux es una de las mejores formas de crecimiento profesional: cada parche enviado demuestra habilidades técnicas, colaboración y conocimiento profundo del sistema.
Cerca del 80% de quienes aportan al kernel lo hacen como parte de su trabajo: para muchas empresas, contribuir al exposición de Linux es más rentable que crear y sustentar su propio sistema activo.
Entre Linux y una opción comercial, Kroah-Hartman se pregunta retóricamente quién ganará a extenso plazo:
"[Podría pensarse que la solución] comercial, porque tienen incentivos, van a crear cosas profesionales, mientras que aquí es más por valencia intrínseco. Pero [...] IBM sabía que podía alterar patrimonio, contratar desarrolladores y recuperar esa inversión.
A extenso plazo les sale más económico. Ellos ganan patrimonio vendiendo soporte y hardware. Red Hat apetencia patrimonio vendiendo soporte. Intel apetencia patrimonio vendiendo chips. Esas son las empresas que contribuyen a Linux: lo hacen porque quieren entregar otro producto".

El hecho de que todo sea sabido genera una presión invisible pero poderosa. Como dice Kroah-Hartman: "Mi nombre está en este cambio de código. Sé que todos lo van a ver. Eso me obliga a hacer un mejor trabajo".
A diferencia de empresas cerradas donde el código solo lo ve un equipo, en Linux el código está a la pinta del mundo. Esto eleva el típico de calidad y promueve mejores prácticas, documentación y claridad.
El proceso de contribuir es sorprendentemente accesible. Un cambio representativo —como anexar el soporte para un módem USB— puede tardar escasamente una semana y media desde su giro hasta ser incluido en una lectura estable del kernel. Todo se gestiona por correo: se envía un parche con su descripción, se discute públicamente, se revisa, se aprueba y se integra.
Para los cambios más sensibles —como partes del núcleo central— el proceso es más exacto. No por burocracia, sino por pobreza:
"Si desapareces, cualquiera debe poder sustentar tu código. Así que más vale que sepas lo que estás haciendo, o que inspires confianza".
La entrevista además ayuda a despejar una duda: para los curiosos, contribuir a Linux no requiere ser un perito en sistemas operativos. Muchos comienzan corrigiendo errores de estilo, mejorando comentarios o solucionando errores simples. Lo importante es formarse el flujo de trabajo y entrar en la dinámica colaborativa.
Y la galardón va más allá de lo técnico: es una forma directa de mejorar profesionalmente, demostrar capacidad efectivo y formarse de algunos de los mejores ingenieros del mundo.
La constante aparición de nuevos dispositivos, procesadores, redes y usos exige que el kernel evolucione constantemente. Cuando le preguntaron si Linux está cerca de completarse, Kroah-Hartman respondió: "Terminará cuando dejen de hacer nuevo hardware". Y no parece que eso vaya a ocurrir pronto.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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