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Lo que parece nuevo, no siempre lo es. Durante los últimos primaveras, muchos centros y universidades han recogido las clases en directo como si fueran el estandarte de la modernidad. Pespunte con encender la cámara, divulgar un PowerPoint y replicar la fórmula del cátedra. Pero la pregunta es directa: ¿eso es e-learning o simplemente presencial sin desplazamiento?
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El 41% de los estudiantes reportaron último concentración y veterano dificultad en clases en directo respecto a formatos asincrónicos. Fuente: OECD
La respuesta es que ojalá fuese así, pero lo que los estudios revelan es que nos encontramos con estudiantes que desconectan, cámaras apagadas, profesores que hablan al hueco y tasas de desaliño en aumento. Todo ello disfrazado de «innovación» porque sucede en Teleobjetivo o Teams. Pero cambiar el canal no cambia el mensaje ni mejoría el educación, es un sucedáneo de mala calidad que se vende a precio de caviar.


Esto ya lo vivimos. En los 90 y 2000, muchas universidades llamaban «educación online» a subir documentos a una plataforma. Sin diseño instruccional, sin extras, sin interacción. Solo PDF y tareas. Resultado: desaliño, frustración y mala éxito para el e-learning.
Las sesiones síncronas mal diseñadas reproducen la enseñanza tradicional sin explotar las ventajas del entorno digital. Fuente: Educause Review
Hoy, la historia se repite. Se ha sustituido el contenido petrificado por clases en directo, pero se mantiene el mismo error: pensar que un cambio de formato equivale a un cambio de maniquí.
¿Cuántas veces se ha alabado la «interacción en tiempo auténtico» como la gran virtud del directo? Pero en la sinceridad, esa interacción es mínima. Un chat activo no implica billete profunda. Las preguntas al final no compensan 60 minutos de monólogo. Y las respuestas por emoji no construyen conocimiento.
El “Teleobjetivo fatigue” no es solo cansancio físico, es la expresión de un formato que exige pasividad y atención sostenida sin estímulo. Fuente: Elearning Industry
Estamos asistiendo a clases donde la conexión es técnica, pero no pedagógica. Se cumple la sesión. Se graba. Se almacena. Pero ¿queda poco?
Las cifras lo respaldan: los cursos que dependen exclusivamente de clases en directo tienen mayores tasas de huida y último satisfacción. La razón es clara: no se ha rediseñado la experiencia. Se ha trasladado. Y eso no motiva, no engancha, no transforma.
Cursos online con reincorporación dependencia de sesiones en vivo tienen hasta un 30% más de tasa de desaliño.
Fuente: Harvard
El colegial multitarea, el que está pero no está, es hoy la norma. Y la pecado no es suya. Es de un formato que exige presencia sin contexto, y atención sin novelística.
Funciona lo que se ha diseñado específicamente para el canal online:
Las plataformas exitosas integran flexibilidad, personalización, comunidad y gamificación como claves del e-learning auténtico. Fuente: World Economic Forum
Las clases en directo no son malas. Pero no pueden ser el centro del maniquí. Sirven para tutorías, sesiones de debate, conexiones puntuales. No para reemplazar todo un proceso de enseñanza-aprendizaje.
Necesitamos dejar de emitir para despuntar a diseñar. Redefinir lo que significa memorizar online. Y sobre todo, dejar de entregar el directo como posibilidad cuando, en muchos casos, es parte del problema.
Si quieres ver cómo se diseña un seguro entorno de educación online, te invitamos a probar una clase gratuita de IEBS, donde el e-learning es pedagógico y no vistoso.
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