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En las últimas décadas, la nacimientos ha caído de forma sostenida en casi todo el mundo. En los países desarrollados, la tasa de fecundidad se sitúa muy por debajo del nivel de reemplazo (que sería de 2,1 hijos por mujer). Las causas son múltiples: el coste creciente de la vivienda y del cuidado pueril, la precariedad sindical, los cambios culturales respecto a la maternidad y paternidad, y la incompatibilidad entre carrera profesional y vida acostumbrado.
Sin incautación, hay investigaciones (PDF) que sugieren que la flexibilidad sindical —y en particular el trabajo desde casa— podría ayudar a calmar este impreciso panorama. Un estudio internacional dirigido por diversos economistas muestra que el teletrabajo no solo transforma la productividad y la ordenamiento empresarial, sino incluso las decisiones más íntimas de las familias: como la de tener o no tener hijos.
El mensaje Work From Home and Fertility (Aksoy et al., 2025) se zócalo en dos grandes encuestas (la Total Survey of Working Arrangements, con 19.241 participantes de 38 países, y la U.S. Survey of Working Arrangements and Attitudes, con más de 100.000 estadounidenses); ambas miden no solo las condiciones laborales y el número de días trabajados desde casa, sino incluso la fertilidad flamante (nacimientos desde 2021) y la intención de tener más hijos en el futuro.
Los resultados son consistentes y estadísticamente sólidos:
Esa diferencia puede parecer pequeña, pero equivale a un incremento del 10 % sobre el promedio. En países con tasas de nacimientos críticamente bajas —como Japón, Corea del Sur, España o Italia— ese 10 % podría marcar la diferencia entre el agonía y la estabilidad poblacional.
La relación es intuitiva: trabajar desde casa reduce los costes de tiempo y estrés asociados a la crianza. Menos horas de desplazamiento implican más tiempo con los hijos; más control sobre el horario permite atender citas médicas o emergencias escolares sin comprometer el empleo. Encima, las madres pueden abastecer la crianza o reincorporarse gradualmente al trabajo sin desentenderse su carrera.
Y es que el teletrabajo actúa sobre uno de los grandes 'cuello de botella' de la nacimientos moderna: el tiempo, más que el boleto (aunque, claro, deriva de aquel). Y es que las ayudas económicas, como los subsidios por hijo o los créditos fiscales, suelen tener bienes limitados si las familias siguen atrapadas en rutinas incompatibles con la crianza.

En cambio, la flexibilidad diaria —dos días de trabajo remoto a la semana, por ejemplo— libera horas y reduce tensiones de forma sostenida, sin un gran desembolso notorio.
En Estados Unidos, la fecundidad cayó a 1,62 hijos por mujer en 2023, retomando una tendencia descendente interrumpida brevemente por el 'mini baby expansión' en 2021... un repunte que coincidió, oh casualidad, con el auge del trabajo remoto tras la pandemia.
Prospección posteriores del equipo de Bloom y Davis mostraron que el aumento se concentró en mujeres con educación universitaria, precisamente el familia con más entrada a modalidades híbridas. La conclusión es clara: cuando las condiciones laborales permiten compatibilizar empleo y tribu, las parejas llevan a angla los planes para tener hijos que antiguamente posponían.
El impacto del trabajo remoto no es uniforme. En Asia, por ejemplo, un estudio ha detectado que la asociación positiva entre teletrabajo y fertilidad es más débil o estadísticamente insignificante para las mujeres, aunque significativa para los hombres cuya pareja trabaja desde casa.
Ello puede deberse a factores culturales tanto como a los laborales (jornadas laborales más largas o pequeño penetración del teletrabajo).
El mensaje para los gobiernos es inequívoco: la flexibilidad sindical puede ser una política pronatalista eficaz y baratura. Entre las medidas más prometedoras destacan:
Más allá de la política, el trabajo en remoto está redefiniendo incluso las dinámicas familiares: permite que los padres se involucren más, reduce la rotación sindical femenina tras la maternidad y amplía el entrada a empleo de calidad en zonas rurales o periféricas.
Todavía fortalece redes familiares intergeneracionales, al proporcionar que los jóvenes permanezcan cerca de abuelos o familiares que aportan cuidado informal.
Sin incautación, los autores advierten contra la idea de una "decisión universal": no todos los trabajos pueden hacerse a distancia, ni todas las personas lo prefieren. La secreto está en ofrecer opciones, no en imponerlas.
Vía | The Hill
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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