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En el mundo de la informática y las telecomunicaciones, pocas herramientas son tan universales, sencillas y a la vez bártulos como el comando ping. Tanto administradores de redes experimentados como usuarios que necesitan diagnosticar sus problemas de red han recurrido en alguna ocasión a este pequeño comando para replicar una gran pregunta: ¿hay comunicación con ese equipo?
Lo que no tantos saben es que el origen del ping está estrechamente mezclado a la tecnología marcial de los submarinos, concretamente a los radares acústicos conocidos como sónares activos. Resulta cuanto menos curiosa la historia de cómo un principio físico marino inspiró una de las utilidades más icónicas de la informática.
Desde la Primera Aniquilamiento Mundial, los submarinos han empleado el sónar para detectar objetos en su entorno. El principio es sencillo: el máquina emite un pulso sonoro que viaja a través del agua. Si ese pulso choca contra un objeto, como otro submarino o un obstáculo, parte de la onda vuelve, reflejada. Midiendo el tiempo transcurrido entre la puesta en circulación y la recibimiento, es posible calcular la distancia al objeto.
Ese sonido característico —un breve ping metálico— se convirtió en símbolo del sonar en la civilización popular, difundido por películas de pugna y documentales marinos. Más allá del sonido, la idea central era clara: cursar una señal y evaluar la respuesta para comprobar la presencia y la distancia de un objetivo.
En 1983, el ingeniero estadounidense Mike Muuss trabajaba en el Laboratorio de Investigación Balística de Maryland. Allí debía diagnosticar problemas en la red ARPANET (precursora de Internet). Se enfrentaba a un problema global: algunas máquinas simplemente no respondían como se esperaba, y no estaba claro si el problema era del equipo regional, del remoto o de la red intermedia.
Así que necesitaba una forma sencilla y directa de aprender si un host estaba vivo en la red y cuánto tardaban los paquetes en alucinar de un punto a otro. Inspirado por los sónares submarinos, Muuss escribió en al punto que unas horas el código de un software al que llamó ping. La dialéctica era casi idéntica al sonar:
Resumiendo, que la dilema de nombre no fue casual: el software 'hacía ping' a otro ordenador de la misma modo que un submarino hace ping para comprobar si poco asegura bajo el agua.


Detrás de su sencillez, ping utiliza un protocolo fundamental de Internet: el ICMP (Internet Control Message Protocol). Al ejecutar el comando, la máquina emisora envía un ICMP Echo Request. Si el equipo de destino está acondicionado y configurado para replicar, devuelve un ICMP Echo Reply.
La utilidad reporta entonces varios datos:
Gracias a esto, ping se convirtió en una útil indispensable para diagnosticar fallos de conectividad y evaluar el estado principal de la red.
Lo que empezó como un tentativa de Muuss se popularizó rápidamente. El código se difundió en la comunidad de desarrolladores de Unix y fue adoptivo en múltiples sistemas operativos (además Windows, sí). Hoy en día, prácticamente todos los dispositivos conectados —desde servidores en la montón hasta teléfonos móviles— incluyen alguna implementación de ping.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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