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La startup especializada en transcribir reuniones con IA Fireflies AI ha corto este año una valoración de 1.000 millones de dólares impulsada por su asistente, que toma nota de las videollamadas y genera resúmenes. En este contexto, Sam Udotong , uno de sus cofundadores ha explicado los sorprendentes (y poco privados) orígenes del servicio.
La IA eran dos personas. En su mensaje en LinkedIn, Udotong detalla que en los primeros meses ofrecían un servicio que parecía automatizado pero que era completamente manual. "Les dijimos a nuestros clientes que había una 'IA que se uniría a la reunión". "En ingenuidad éramos solo mi cofundador y yo entrando en la reunión, sentados en silencio y tomando notas a mano." Según cuenta, cada vez que un cliente pedía transcripción, alguno de los dos se conectaba a la videollamada usando un mote. Tomaban notas en silencio, sin intervenir, y enviaban el certificación diez minutos luego.
La argumento. El fundador explica que esa etapa fue secreto para comprobar si efectivamente existía demanda por una utensilio así. "La mejor modo de validar tu idea de negocio es convirtiéndote tú mismo en el producto", afirma. Cubrieron unas cien reuniones y llegaron hasta a quedarse dormidos en alguna de ellas, según su afirmación.

Precariedad. Udotong resume el inicio de Fireflies como una etapa de absoluta exigencia: "Cobrábamos 100 dólares al mes por una IA que en ingenuidad eran solo dos tíos sobreviviendo a colchoneta de pizza". Incluso reconoce que venían de una larga condena de intentos fallidos: "Llevamos Fireflies hasta una valoración de 1.000 millones de dólares luego de seis fracasos desde nuestra idea flamante de entrega de comida con criptomonedas.".
En la misma publicación compartió que al principio ni siquiera podían permitirse una vivienda estable. "Antiguamente de explicar cómo dos tíos sin mosca validaron una idea valorada en 1.000 millones de dólares, necesitas entender que dormíamos en sofás mientras perseguíamos desesperadamente nuestros sueños emprendedores". Alcanzar ingresos suficientes como para sufragar un arriendo de 750 dólares en un pequeño salón de San Francisco fue, según él, el punto en el que decidieron convertir aquel prototipo manual en un sistema automatizado verdadero.
Automatización desde 2017. Según Udotong, dejaron de intervenir en el servicio una vez comprobaron que había demanda: "Ese fue el momento en que dijimos: "paremos y automatizamos todo”, en 2017. Desde entonces, la seguridad, la privacidad y la protección de datos se convirtieron en la colchoneta de todo lo que construimos". Y afirmar sin rubor que sin aquel exprimento, Fireflies habría sido su séptimo fracaso.
Otros casos. Los hechos expuestos por este cofundador recuerdan a otros casos donde la privacidad se ha dejado de costado para mejorar el producto. Ocurrió hace unos abriles con Alexa, el Asistente de Google y Siri. Sin que informaran previamente, Apple, Google y Amazon admitieron tras filtraciones que equipos humanos escuchaban grabaciones recogidas por los altavoces inteligentes para mejorar el servicio. En el caso de Amazon, había más: sus tiendas 100% automatizadas no lo eran tanto. La ingenuidad es que 1.000 trabajadores en la India revisaban las compras.
Imágenes | Sam Udotong y captura de Fireflies
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