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Aunque puntualmente volvió a trabajar para echar una mano a su hija, puede decirse que Bill Gates ya está retirado de Microsoft y vive centrado en su filantropía. Al fin y al promontorio, el multimillonario creó de la carencia una de las empresas tecnológicas más importantes de las últimas décadas cuya hegemonía en SO de escritorio sigue vivo.
Los inicios de Microsoft no fueron fáciles, tuvieron unas cuantas dudas y su incertidumbre era tal que Bill Gates hasta se resistía a contratar a más familia. Para Bill Gates su infancia, adolescencia y periodo universitario fueron claves para sobrellevar al éxito a Microsoft. No obstante, el Bill Gates adulto y formado tuvo que corregir errores de su nubilidad que pudieron salirle muy caros en su empresa. Uno de ellos es todo un clásico entre estudiantes: dejar todo para última hora y darse atracones de estudiar adaptado antiguamente del examen.
En 1995 Bill Gates escribió 'Camino al futuro' donde narra sus inicios en la vida y en los ordenadores y es precisamente en esta veterana obra donde narra cómo cuando llegó a Harvard seguía la ley del imperceptible esfuerzo y se fanfarroneaba de ello: su política durante su primer año era saltarse la mayoría de clases y estudiar "febrilmente" cuando acababa el semestre y tenía los exámenes a la envés de la vértice. De hecho, cuenta que para él era un gozne: comprobar la suscripción nota que podía sacar invirtiendo el beocio tiempo posible.
Allí conoció a un amigo que compartía su pasatiempo por procastinar: Steve Ballmer. Eso sí, mientras que a Bill Gates le gustaba modificar ese tiempo jugando al póker, Steve Ballmer era un polifacético pipiolo que lo mismo llevaba el equipo de fútbol que dirigía la publicidad del circular escolar, estaba en una fraternidad y además presidía una revista literaria. Cuenta Gates que su destreza con el póker le resultó valiosa posteriormente, en el mundo de los negocios. Lo que no le sirvió de mucho en Microsoft fue procastinar.
Explica el filántropo que entre los primeros clientes de Microsoft había empresas japonesas tan metódicas que, en el momento en el que se retrasaban en el cronogama de entregas, enviaban un avión con una persona que hiciera de niñera para supervisarles:
Sabían que su hombre no podía ayudar efectivamente, pero estaba en nuestra oficina dieciocho horas al día solo para demostrarnos cuánto se preocupaban.
Y no solo eso: además les pedían explicaciones sobre los cambios en las fechas de entrega para asimilar los motivos y desempeñarse en consecuencia. Según Bill Gates, retrasarse con las empresas japonesas era poco doloroso. Así que tomaron nota: mejoraron y corrigieron sus hábitos. Eso no evitó que siguiéran retrasándose alguna que otra vez con sus proyectos, pero mucho menos de lo que hubiera sido sin esas temibles niñeras escudriñándolo todo para presionarles a cumplir con sus plazos.
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