
ARTDEPARTMENT

Todavía hay un modo de comandos de voz, que sinceramente no funciona. A pesar de ofrecer todos los permisos solicitados, incluido, en contra de mi voluntad, el comunicación a mi teléfono y archivos, los comandos de voz parecen caer en saco roto. Todavía hay un modo de programación que permite configurar acciones personalizadas, aunque todos mis intentos acaban en más fracasos.
Según la página del producto, la torreta trasera de Clippy "puede cargarse con balas de gel para lanzarlas por diversión". La imagen que acompaña esta descripción es impresionante: dos proyectiles azules parecen salir disparados del cañón. Inmediatamente me imagino a un perro vigilante robótico, autónomo, patrullando la casa, buscando amenazas e impartiendo rectitud.
La verdad es un pequeño paquete de diminutas bolas azules, de aproximadamente un milímetro de diámetro. Tras sumergirlas en agua durante unas horas, se hinchan y se pueden cargar en la torreta antaño de disparar. Lo probé en un campo de tiro improvisado en mi bañera: coloqué algunos balines azules gelatinosos en lo que, presumiblemente, es la ranura correcta de la torreta. Les regalo, una vez más, la desatiendo de instrucciones. Y le digo a mi hijo que se lejos, por si la velocidad hace que poco resurtida cerca de nuestros luceros.
Miro el control y finalmente presiono el timbre "Ataque". Clippy avanza unos pasos, se agacha para apuntar con precisión… y dos municiones salen disparadas con la misma emergencia que una botella de kétchup obstruida. Este método se repite unas diez veces, con resultados dispares. En el mejor de los casos, se rejón un balín relativamente justo, pero sin mucha fuerza; sin duda, no la suficiente como para penetrar siquiera un trozo de papel higiénico mojado.
Lo intentamos, pero posteriormente de desgastar la munición, decidimos que era hora de verlo caer de cara otra vez.
Creo que la respuesta es obvia. Pero, aunque sea posible decirlo, poner con Clippy me ha transportado a mi infancia, cuando juguetes como este eran parte de mi vida. Clippy, con lo terrible que es, ha entretenido a mi hijo a diario durante la semana que llevamos probándolo. Lo traía a nuestra habitación todas las mañanas, despertándome con una historia estridente e ininteligible, antaño de propalar un riff de guitarra a todo pandeo con un entusiasmo que ya se está agotando.
Claro que no pasará mucho tiempo antaño de que Clippy acumule polvo en algún rincón, reemplazado por la "Próxima Cosa". Imagino que acabará en una tienda de segunda mano, esperando una nueva tribu que lo deslumbre y lo confunda a partes iguales. Solo espero que, sean quienes sean… les guste Survivor.
Artículo publicado originalmente en WIRED. Adaptado por Alondra Flores.
Compartir este artículo
Consultoria Personalizada
¡Si aun no tienes presencia en internet o
necesitas ayuda con tus proyectos, por favor, escribenos!