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Mientras que hace unos primaveras se hablaba mucho de la lucha por atraer talento, ahora parece más perfectamente que existe una lucha contra el talento. Los directivos que tratan mal a sus empleados ya no parecen poco arrinconado. Los casos se acumulan mientras la crematística se muestra imprevisible para los trabajadores.
Esto nos puede hacer rememorar a cómo Google era la empresa de los sueños de toda una engendramiento y ahora podría parecer más una pesadilla (despidos masivos cortando el ataque a los sistemas mientras el CEO se sube el salario, exigencias laborales de muchas horas y cambios en las políticas marcadas); o cómo Meta reclutó a masa en masa durante la pandemia (luego se supo que para que la competencia no pudiera ingresar a ese talento) y luego se deshizo de miles diciendo que las empresas han aprendido a ser eficientes con menos masa.

Incluso recogemos a menudo cómo las empresas tratan mal, o con poco respeto, a los profesionales en pesquisa de trabajo durante los procesos de selección, perdiendo así talento.
Según The Wall Street Journal, no hace mucho, los jefes elogiaban a los trabajadores como su activo más preciado; ahora, en los últimos primaveras a menudo escuchamos a directivos y jefes sostener cosas desagradables de sus empleados. Vamos a ver aquí diversas polémicas al respecto de líderes hablando de las condiciones laborales de sus empleados. Y por otra parte, historias de profesionales en este nuevo panorama sindical.
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Con este asunto podemos rememorar las palabras del CEO australiano Tim Gurner, de la inmobiliaria Gurner Grup, que aunque luego admitió retractarse de sus palabras (tras la enorme polémica montada) dijo en un armonía sabido que "necesitamos ver como el desempleo aumenta hasta el 40 o 50% y ver cómo la crematística sufre para recordarle a la masa que ellos trabajan para las empresas, no al revés".
Esto tras explicar que veía a los trabajadores muy empoderados, queriendo arriesgarse las condiciones laborales y la flexibilidad porque sentían que la empresa los necesitaba a ellos para soportar a agarradera su actividad y no que ellos dependían de sus empleadores.

Un creador importante, según los expertos, es el sistema: con una crematística inestable y despidos masivos, los ejecutivos se atreven a pedir a sus empleados trabajar más, quejarse menos y estar contentos de seguir teniendo trabajo.
En un pasado no muy retirado, cuando un CEO era polémico por tratar mal a sus empleados, la firma ganaba una mala reputación pública. Tenemos el ejemplo de aquel CEO que reunió a cientos de empleados en Teleobjetivo para echarlos a la calle en unos minutos. Su empresa se vio afectada por la mala auge. Con el tiempo esos despidos tan desagradables pasaron a ser comunes.

The Wall Street Journal considera que el tono de Donald Trumo y Elon Musk en torno a los empleados federales todavía han normalizado ciertas conductas de desprecio al trabajador. "Todos son reemplazables", expresó Trump poco luego de la investidura. Musk, a la individuo de DOGE hasta hace unos días, llevó sus prácticas empresariales de despidos sin respeto por las personas a toda la plantilla de funcionarios de Estados Unidos, incluso fuera de sus fronteras.
Trabaja duro. En marzo, el CEO de Starbucks, distinguido por afectar a toda la plantilla a retornar a las oficinas mientras él vive en su casa de la playa a miles de kilómetros de estas y para ir a la oficina usa un jet privado, anunciaba despidos masivos. Y, por otra parte, con polémica extra incluida: pidió teletrabajar esa semana para echar a la masa a la calle por correo, no a la cara. Pues, tras esto, con una plantilla estrecha se conocía que Brian Niccol exigió a los empleados que trabajen más duro y aumenten su eficiencia.
La conciliación es su problema. Hace unos días, Emma Grede, cofundadora de la empresa de fajas Skims y directora ejecutiva de la marca de ropa Good American dijo que "el consistencia entre la vida sindical y personal es su problema".

El fundador de Google pide trabajar 60 horas. Sergey Brin, uno de los fundadores de Google afirmó que los ingenieros deberían trabajar 60 horas semanales en la oficina para crear una IA que pudiera sustituirlos. Eso luego de despidos masivos en la firma, mientras el CEO se subió el sueldo.
Retazo de beneficios. Uber anunció importantes cambios el mes pasado: para obtener un mes sabatino remunerado se necesitaba soportar cinco primaveras en la empresa. Ahora se necesitan ocho primaveras de trabajo. Eso caldo con la atrevimiento de exigir a los empleados trabajar al menos tres días en división de dos en la oficina.
Donnie Donselman ha notorio percibir esa nueva dinámica de poder. Al solicitar nuevos empleos tecnológicos, este hombre de 47 primaveras, ha notado que muchas empresas ahora quieren que los solicitantes realicen tantas tareas que un puesto es esencialmente "tres trabajos".
Sobre el verbo poco amable de los directivos que todavía le ha tocado soportar, explica que "lo único que se consigue es infundir miedo en la masa, y no se obtendrán buenos resultados con eso".
"Detrás del tono más súbito de los directores ejecutivos se esconde una desconexión entre empleados y ejecutivos", explica Michael McCutcheon, profesor adjunto de psicología aplicada en la Universidad de Nueva York
Charles A. O’Reilly, profesor de compañía en Stanford considera que "cuando el mercado mejore y abunden las oportunidades laborales, los directores ejecutivos empezarán a departir más de la importancia de los empleados, y estos lo aprovecharán”, afirmó.
Imagen | Marcos Merino, diseñada por IA
En Genbeta | Dejar el trabajo ayer que retornar a la oficina: las prioridades de mucha masa han cambiado y ahora anteponen la calidad de vida
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