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Imagina encender el móvil y toparte con recomendaciones que parecen sacadas directamente de tus pensamientos. Casi da miedo, ¿verdad? Pues no es ciencia ficción: es la personalización predictiva y masiva gracias al big data y funcionando a toda máquina. Desde series y canciones hasta productos que (según el operación) te van a encantar, vivimos rodeados de sistemas que se afinan cada vez más para ofrecernos una experiencia “a medida”.


La personalización masiva no consiste solo en enviarte un boletín de noticiario con tu nombre en el encabezado. Hablamos de un nivel de detalle donde se cruzan miles de datos tuyos: tus búsquedas, el tiempo que pasas mirando un producto, las webs que visitas, incluso la hora a la que sueles cascar ciertas apps. Todo ello se mezcla en una coctelera digital que negociación de adivinar tus gustos y rutinas para mostrarte lo que, supuestamente, deseas ver.
Este engendro no es nuevo, pero ha pasado de ser poco marginal —“mira, Amazon me recomienda esto”— a ser casi omnipresente. Redes sociales, plataformas de streaming, tiendas online… Todas se suman a la carrera de conocerte mejor que tú mismo. Y todo, con el afán de mantenerte pegado a la pantalla.
Lo que muchos llaman “brujería” en verdad es la tajo de algoritmos muy sofisticados que clasifican y cruzan información sin detener. Si Netflix adivina esa serie que te obsesionará la próxima semana o si una tienda online te sugiere el regalo valentísimo para un deudo, es porque sus sistemas ya han detectado patrones similares en otros usuarios con hábitos parecidos a los tuyos.
El truco está en que no hay un humano vigilando cada clic, sino un ejército digital de fórmulas capaces de procesar datos a una escalera inmensa. Y sí, cada vez afinan más. Así que no te sorprenda que en el interior de poco recibas sugerencias que ni tú sabías que querías.
La secreto está en que este tipo de aplicaciones no se fundamento en la casualidad: cada recomendación argumenta a un conjunto de reglas diseñadas para vislumbrar tu atención y, con suerte, motivarte a quedarte un rato más, a hacer clic en un producto o a reproducir ese contenido que quieren posicionar.
¿Eres emprendedor o trabajas en marketing? Pues puedes sacar petróleo de este engendro con unos consejos sencillos:
Ahí es donde todo se pone interesante. Por un flanco, queremos que nos faciliten la vida: la película preciso en nuestro mercancías preferido, la ofrecimiento que encaja con nuestro presupuesto, la playlist que suena a pandilla sonora personalizada. Por otro, la idea de que alguno (o poco) esté escudriñando cada clic que hacemos puede ser un tanto incómoda.
Delante esto, muchas plataformas han empezado a mostrar más transparencia. Te dan la opción de revisar ajustes de privacidad y de condicionar cómo se usan tus datos. Claro que, a veces, la concurrencia ni se molesta en mirar esos apartados, y termina compartiéndolo todo a cambio de esa comodidad. Es una referéndum personal, y cada uno pone la vírgula donde cree conveniente.
Nos movemos alrededor de un mundo cada vez más afinado, donde el sistema intenta entendernos para hacer la experiencia más manejable y, de paso, mantenernos “enganchados”. Es una mezcla de fascinación y vahído: da antojo cuando aciertan, aunque a veces nos sintamos un poco observados.
¿Cuál será el próximo paso? Quizá un Internet capaz de sugerirnos no solo lo que deseamos, sino asimismo lo que nos vendría mejor en la vida. Quizá una plataforma que acierte incluso cuando nosotros mismos dudamos de lo que queremos. Es poco increíble y, a la vez, un pelín inquietante. Pero, desde luego, esto no parece que vaya a detener aquí.
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