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El expansión del kernel de Linux ha sido, históricamente, un ecosistema en constante cambio, en el que Linus Torvalds (creador, y líder de su equipo de desarrolladores) ha ido tomando decisiones que han permitido que el sistema eficaz fuera progresando hasta su estado presente.
Sin incautación, ahora las cosas parecen haberse 'gripado' un poco en el kernel de Linux. De todas las cosas que se habían tocado en el mismo, el idioma en el que está escrito nunca había estado en la letanía.
Pero ahora, la (supuestamente aprobada, aunque nadie lo diría) propuesta de integrar Rust como un segundo idioma de expansión, no sólo ha generado un profundo debate entre desarrolladores, sino que parece haberlo sembrado de minas.
Desde su propuesta en 2021 por Miguel Ojeda hasta las recientes dimisiones de ingenieros secreto, la controversia en torno a Rust ha escaso un punto crítico tras la dimisión de Héctor Martín, desarrollador de Asahi Linux. Ya os hablamos hace un par de días del propio Martín, pero ¿cómo le está afectando todo esto al ecosistema Linux?
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Rust es un idioma de programación diseñado para evitar errores de memoria y mejorar la seguridad en la concurrencia. Estas características suelen ser mucho valoradas en el expansión de sistemas críticos (como lo es el kernel de Linux), donde los errores de memoria pueden originar vulnerabilidades explotables.
En abril de 2021, Miguel Ojeda propuso un RFC (Request for Comments) para integrar Rust en el kernel. La idea central era que Rust se utilizara, al menos inicialmente, en el expansión de drivers, sin que eso supusiera reemplazar el código cojín en C.

Sin incautación, la propuesta igualmente encontró resistor por diversas razones:
A medida que avanzaban los debates, la comunidad de desarrolladores se dividió en dos grupos:
Uno de los puntos más problemáticos ha sido la llamativo resistor de algunos desarrolladores a aceptar código escrito en Rust, incluso luego de que se diera oficialmente luz verde a la integración en el kernel de este nuevo idioma.
Así, se han reportado casos de ignorancia deliberada de parches, dilación extrema en las revisiones y críticas agresivas a los desarrolladores de Rust. Un ejemplo sobresaliente es el de Christoph Hellwig, quien ha rechazado rotundamente la inclusión de Rust en su radio de expansión, refiriéndose a este como "un cáncer que no debe propagarse al 'core' del kernel".
Esta ademán ha sido traza por algunos como una demostración de cierto sesgo por parte de Torvalds y el resto de líderes del plan, sobre todo teniendo en cuenta que, mientras otros desarrolladores han sido sancionados por "idioma inapropiado", Hellwig no ha recibido reprimenda alguna.
Uno de los acontecimientos más significativos de esta crisis ha sido la dimisión de Wedson Almeida Filho, ingeniero de Microsoft y uno de los principales impulsores de Rust en el kernel. Wedson renunció hace cinco meses, tras abriles de esfuerzo por integrar Rust, afirmando que el problema no era técnico, sino humano. Su salida fue seguida por declaraciones de apoyo de Lina, VRtuber y desarrolladora de Asahi Linux, que afirmó sentirse igual de frustrada por la ademán hostil de la comunidad.
Otros desarrolladores, como Greg Wettstein, igualmente han expresado su descontento con la errata de liderazgo en el tema: describió el conflicto como "un espectáculo lamentable" y criticó la pasividad de Linus Torvalds a la hora de diligenciar este problema.

Y es que Linus Torvalds, creador de Linux y máxima autoridad en su expansión, ha mantenido una postura ambigua respecto a Rust: su comentario "on the whole I don't hate it" ("en genérico, no lo odio") ha sido interpretado de maneras muy distintas a uno y otro lados del debate.
Torvalds se encuentra en una confluencia: si apoya Rust, podría poner en su contra a veteranos mantenedores de código que se oponen firmemente a la idea; si lo rechaza, decepcionará a las empresas y desarrolladores que han invertido tiempo y capital en la iniciativa.
Esta indecisión ha generado incertidumbre, permitiendo que el conflicto escale sin una resolución definitiva y contribuido a la salida de varios desarrolladores. En definitiva, ha generado un dominio de innecesaria tensión interiormente de la comunidad.
La controversia ha demostrado que la integración de nuevas tecnologías en un plan tan conspicuo y antiguo como Linux no es un proceso sencillo. Sin un liderazgo claro y una resolución firme, la comunidad se arriesga a seguir perdiendo talento.
Si admisiblemente Rust ofrece beneficios en términos de seguridad, la forma en que se ha manejado su admisión ha dejado mucho que desear. La errata de un consenso claro y la resistor de algunos sectores (llegados a este punto, nadie parece muy dispuesto a transigir) podrían traducirse en el fracaso de esta iniciativa.
Una cosa es segura: lo que ocurra en los próximos meses podría concretar no solo el futuro del uso de Rust en el kernel, sino igualmente la civilización de expansión de uno de los proyectos de software rescatado más importantes del mundo.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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