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La IA generativa lleva tiempo siendo presentada como la útil que transformará para siempre el trabajo relacionado con la diligencia del conocimiento. La idea era que automatizaría tareas repetitivas, aceleraría la elaboración de informes, redactaría correos, prepararía presentaciones y liberaría nuestro tiempo para dedicarlo a tareas intelectuales más exigentes.
Sin secuestro, a medida que la prohijamiento de estas herramientas se ha masificado, además ha surgido un engendro inesperado: la aparición del workslop, un término que describe contenido generado por IA que parece profesional, pero que positivamente carece de sustancia actual: mera palabrería oculta bajo una profesionalísima retórica corporativa.
Esta nueva avalancha de 'ruido digital' no está logrando más que hundir la productividad, escoriar la confianza y ocasionar más trabajo del que elimina.
La palabra workslop —de 'work' (trabajo) y 'slop' (basura)— se ha extendido rápidamente para designar la sensación de desobstruir un documento impecablemente formateado que, al leerlo, no dice absolutamente carencia
El MONITOR de PRODUCTIVIDAD PERFECTO TODO lo que hay que memorizar Xataka TV
Según un fresco estudio del MIT, el 40% de los empleados de Estados Unidos afirmó ocurrir recibido contenido generado por IA que "parece buen trabajo, pero no logra ningún avance significativo en una determinada tarea".
Este tipo de material no solo resulta inútil, sino que destruye productividad: cada dormitorio de workslop requiere casi dos horas de revisión y corrección para que pueda ser mínimamente útil, lo que supone pérdidas anuales de 9 millones de dólares para una empresa de 10.000 empleados.

El problema no está escaso a un país ni a unas pocas compañías. Estudios globales muestran que 66% de los trabajadores que usan IA confían en su salida sin verificarla . De ellos, muchos envían contenido directamente a colegas o clientes, generando un ciclo vicioso: la IA produce texto hueco, alguno lo revisa o reescribe, se pierde tiempo y se deteriora la eficiencia común del equipo.
Mientras tanto, el MIT Media Lab concluye que el 95% de las empresas no ve retorno medible de sus inversiones en IA generativa: McKinsey encuentra que el 80% ha gastado "ningún impacto significativo" en resultados. Lo sorprendente no es que la IA falle en algunos casos: es que falle sistemáticamente cuando se despliega sin táctica ni control.
Aunque a veces puede ser difícil, hay señales claras:
Cuanto más 'consumado' suene el texto, más conviene preguntarse si positivamente dice poco.

Estamos convirtiendo a la IA en una falsa aliada: libera al emisor de pensar, pero se lo cobra con creces a quien recibe


Sin secuestro, el responsable final de este engendro no es el software, sino los empleadores que lo implementan sin:
El entusiasmo tecnológico ha llevado a muchas empresas a adoptar IA simplemente para "no quedarse a espaldas", sin un plan sobre cómo integrarla de forma efectiva. En algunos casos, se obliga a los empleados a usarla, aunque no sepan cuándo es apropiado ni cómo evaluar sus resultados.
Los datos muestran que la IA sí aumenta la productividad cuando se utiliza para tareas simples: correos rutinarios, resúmenes básicos o engendramiento de borradores preliminares. El 70% de los empleados prefieren usarla para estas tareas, según el informe GenAI Divide del MIT.
En esos casos, es cierto que la IA libera "carga cognitiva" y permite concentrarse en lo que positivamente importa. Pero cuando se utiliza para tareas complejas que requieren comprensión profunda, memoria contextual o razonamiento fino, equivocación el 70% de las veces, según estudios de la Carnegie Mellon.
El problema surge cuando las organizaciones ignoran esta distinción.

Imágenes | Marcos Merino mediante IA
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