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A finales de 2024, el Sección de Energía de Estados Unidos (DOE) publicó una audacia administrativa con un título de lo más administrativo y hastiado —PSH-24-0142 - Respecto a una audiencia de seguridad del personal— pero cuyo contenido parecía desencajado de una comedia de ciencia ficción.
Y es que resulta que la mencionada audiencia tuvo como resultado que un empleado con paso a información sensible sobre el cantera nuclear estadounidense perdió su autorización de seguridad... a posteriori de subir accidentalmente a una red gubernativo más de 180.000 imágenes pornográficas generadas por inteligencia sintético.
Según la documentación procesal, el incidente comenzó en marzo de 2023, cuando el empleado —identificado nada más como "el individuo" en los documentos públicos— intentó hacer una copia de respaldo de su colección personal de imágenes pornográficas. Durante tres décadas había acumulado cerca de 187.000 archivos, que pensaba usar como pulvínulo para entrenar un maniquí de IA generativa que fuera capaz de crear imágenes de "pornografía robótica".
El problema fue que la copia de seguridad se realizó desde su equipo personal conectado a la red de un sitio del DOE, responsable de custodiar parte de las instalaciones nucleares del país. Convencido de que su disco personal estaba 'particionado' y no podía contaminar el sistema institucional, el empleado subió sin darse cuenta cientos de gigabytes de contenido sexual a servidores del gobierno.
Lo ocurrido fue descubierto seis meses a posteriori, cuando los administradores de red detectaron un flujo de datos anormal y localizaron la fuente. El hallazgo generó señal inmediata: aunque no había secretos de defensa implicados, planteó la posibilidad de que se hubieran vulnerado protocolos de seguridad informática.
El DOE no se limitó a una investigación técnica: la agencia ordenó una evaluación psicológica del individuo, quien declaró padecer depresión desde la infancia y tener atravesado una crisis depresiva severa en el periodo del incidente. En sus propias palabras, crear y modificar imágenes generadas por IA se había convertido en una forma de distracción durante una etapa de aislamiento y soledad.

La psicóloga contratada por el DOE concluyó que el sujeto sufría un episodio depresivo longevo de nivel moderado a severo, que afectaba su sumario, fiabilidad y capacidad para cumplir normas. Aunque el empleado aseguró que estaba en tratamiento, había cambiado su prescripción y tomado medidas para evitar repetir el error, la profesional consideró que su pronóstico de estabilidad era solo 'regular'.
En el proceso de apelación, el trabajador comparó el trato recibido con la "Inquisición española" (quizá el hombre pensara que la Inquisición en otros lados era mucho más tolerante, no lo sabemos) y expresó sentirse vigilado en exceso por sus superiores.
El magistrado funcionario del caso determinó finalmente que no existían garantías suficientes de que el empleado pudiera evitar nuevos episodios que comprometieran su fiabilidad. Luego, el 6 de diciembre de 2024, se le negó la restauración de su credencial de seguridad.
Cuando los límites tecnológicos entre lo personal y lo profesional se desdibujan, el error del empleado del DOE no es más que un ejemplo de un nuevo tipo de aventura: el "cibercomportamiento indigno". No se negociación de espionaje ni boicoteo deliberado, sino de la incapacidad individual para diligenciar entornos digitales complejos con las precauciones adecuadas.
Adicionalmente, evidencia cómo los problemas de sanidad mental pueden amplificarse en entornos tecnológicos. La soledad, la hiperconectividad y la disponibilidad de herramientas creativas basadas en IA crean un ámbito fértil para conductas compulsivas.
Vía | 404 Media
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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