En 1993, el de la tienda de ordenadores le timó con su primer PC. Ahora se ha montado el equipo con el que soñaba de niño

En 1993, un chaval de 14 abriles, apasionado por la informática, consiguió que su origen, que criaba ella sola a la tribu, hiciera un enorme esfuerzo para comprarles a él y su hermano un PC. Para ellos fue una revelación: programar en BASIC, trastear con ficheros de comienzo como CONFIG.SYS y AUTOEXEC.BAT, instalar tarjetas ISA, padecer con Deluxe Paint y descubrir joyas como Dune II o Syndicate. Aquella máquina era otro mundo.

Pero pronto llegó la desencanto. El comerciante les había colado un 486 un eqipo Cyrix 486SLC-25 MHz, que en sinceridad era poco más que un 386 maquillado. Juegos como DOOM o Strike Commander al punto que corrían a trompicones en una ventanita diminuta. Mientras tanto, el vecino presumía de un IBM PS/1 2168 con procesador 486DX2-66 MHz, donde los dos juegos funcionaban con toda fluidez. Era como comparar un motocicleta con un Ferrari.

El PS/1 2168 se convirtió en el objeto de deseo: elegante, robusto y carísimo. Ajustando la inflación, aquel maniquí superaba los 6.000 dólares actuales. Pero IBM acabaría abandonando el mercado de sobremesas tras el fracaso de su ristra Aptiva, y con ello desapareció todavía la oportunidad de tener aquel ordenador en particular.

La revancha, 30 abriles luego

Tres décadas luego, ese adolescente —ahora ingeniero y coleccionista— decidió saldar cuentas con su pasado. Y, tal y como cuenta en su blog, se propuso regalarse, por fin, el ordenador con el que soñaba en 1993 y, en el invierno de 2024, se lanzó a la caza de un IBM PS/1 2168-594 DX2-66 MHz.

El 2168 es un maniquí muy buscado, lo que encarecía su adquisición. Pero, tras semanas de búsqueda en eBay lo encontró en Finlandia: con caja diferente, manuales y hasta la saco sombrío que completaba su estética corporativa de IBM.

Convencer al comerciante para que no usara la caja diferente como embalaje fue casi tan importante como la operación en sí. Al final, el trato se cerró y la máquina llegó sana y salva. Y la aventura de restauración, que duró de enero a abril de 2025, se convirtió en mucho más que un plan personal.

Un diseño superior a su tiempo

El IBM PS/1 2168 era específico. Frente a las torres rectangulares y austeras de la época, este maniquí se presentaba como un mini-torre con asa de transporte en la parte superior, poco que hoy asociamos con estaciones de trabajo como el Mac Pro o las ThinkStation de Lenovo. Sus esquinas redondeadas, el panel anterior con persiana deslizante para ocultar las bahías de 5,25” y el contraste de colores tostado, sombrío y cerúleo le daban un céfiro de modernidad que transmitía excelencia.

El teclado no se quedaba detrás: el utópico IBM Model M, considerada por muchos el mejor teclado de la historia, con su inconfundible sonido 'clicky' y una construcción indestructible. Un periférico que por sí solo se ha convertido en objeto de culto entre coleccionistas y aficionados.

La restauración: de fósil a bestia del DOOM

El equipo llegó con múltiples achaques: óxido, disquetera rota y un rendimiento escueto. La primera meta era simple: hacerlo provenir. Pero, una vez rematado eso, poco a poco la pretensión creció.

Aunque caro, el 2168 no era un ordenador cerrado. Su diseño contemplaba la ampliación mediante bahías libres e interfaces ISA, así como un socket Overdrive para modernizar el procesador. Incluso el propio código del maniquí (2168) hacía relato al número de bahías y ranuras de expansión disponibles. En una época en la que muchos clónicos soldaban todo a placa, IBM ofrecía un camino de crecimiento colocado.

Los manuales eran otro punto a destacar: falta de folletos genéricos. IBM entregaba auténticos libros que enseñaban cómo nutrir y mejorar la máquina, un valía añadido que rara vez se veía en los compatibles de la época.

Así que nuestro protagonista fue tuneando, poco a poco, el diferente:

• Ampliación de elegancia L2: pasó de 128 KiB a 256 KiB tras varias pruebas y algún error violento al insertar chips mal alineados. El resultado: un incremento del 15% en el rendimiento de DOOM.
• Puesta al día del procesador: tras zanjar con un arriesgado Pentium Overdrive 83 MHz, optó por un Intel 486 DX4-100 MHz. Para hacerlo funcionar fue necesario esculpir un BIOS modificado creado por un entusiasta conocido como Major Tom. Con ello, FastDOOM alcanzó casi 40 fps, el doble de lo que lograba en 1993.
• Sonido y música: el remoto Pro Audio Spectrum 16 fue sustituido por una Sound Blaster 16 ASP y complementado con una plástico PCMIDI conectada a un módulo Roland SC-55ST. Así, los juegos pasaron de chirridos FM a bandas sonoras orquestales que transformaban la experiencia.
• Altavoces: los elegidos fueron unos Roland MA-12C, icónicos, tostado y robustos, que completaban la estética noventera.
• Periféricos: teclado IBM Model M, un ratón clásico y hasta una esterilla personalizada.

Más allá del DOOM: reviviendo los 90

Restaurar este ordenador no era solo un gimnasia de nostalgia estética. La verdadera prueba estaba en revivir la experiencia de equipo que aquel adolescente de 1993 no pudo tener.

Así que, con la máquina ya funcionando y estable, llegó la mejor parte: instalar los juegos de su colección. Monkey Island sonaba con calidad de estudio, Indiana Jones and the Last Crusade funcionaba gracias a parches, y Strike Commander, tras ajustes en el CONFIG.SYS, por fin volaba a 30 fps con todos los detalles. Incluso Command & Conquer, puntilloso para un 486, se dejó poner tras las mejoras.

Y, esta vez sí, DOOM se ejecutaba a pantalla completa, fluido, con sonido envolvente y toda la triunfo que merecía. La sensación era la de retornar a estar, con 30 abriles de retraso, lo que un timo en 1993 había convertido en inalcanzable.

Imagen | Marcos Merino mediante IA

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