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Ayer se desveló que, un día antiguamente, el avión en el que viajaba Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se había quedado 'ciego' en pleno planeo: los sistemas de navegación por GPS dejaron de funcionar y la tripulación tuvo que apelar a mapas de papel y cálculos manuales para conseguir aterrizar en Bulgaria tras una hora de maniobras a ciegas.
Las autoridades europeas apuntaron rápidamente a Rusia como responsable de esta interferencia deliberada, enmarcándola adentro de una organización de ciberguerra que ya no se limita a escenarios militares, sino que afecta directamente a vuelos comerciales y civiles.
El fresco caso de Von der Leyen no es, desde luego, poco marginado. Desde la invasión de Ucrania en 2022, decenas de miles de vuelos en el este de Europa se han visto afectados por algún tipo de perturbación en las señales GPS. En junio de 2025, por ejemplo, se registraron más de 1.000 incidentes en el espacio vaporoso lituano, frente a al punto que unas decenas un año antiguamente.
Lituania, Finlandia y Estonia llevan meses denunciando que las interferencias provienen de instalaciones militares en Kaliningrado, enclave ruso fuertemente militarizado, situado entre Polonia y el Báltico.
No sólo la aviación está en peligro: la navegación marítima en el mar Báltico se ha vuelto tan inestable que las aseguradoras han encarecido sus pólizas, y en el meta de Noruega los helicópteros sanitarios asimismo se han manido afectados.
Los sistemas de navegación por comparsa (GNSS, como GPS, Galileo o GLONASS) funcionan gracias a señales débiles emitidas desde satélites a 20.000 km de categoría, y eso los hace especialmente vulnerables. Existen dos técnicas principales:

Mientras que el jamming puede desactivar un sistema de navegación, el spoofing puede redirigir un avión o un barco a una ruta errónea, con consecuencias potencialmente catastróficas.
Rusia lleva primaveras invirtiendo en dotarse de mejores capacidades de combate electrónica: desde camiones Murmansk-BN con antenas de 32 metros capaces de interferir en un radiodifusión de hasta 8.000 km, hasta pequeños inhibidores portátiles que pueden tener lugar inadvertidos.
Por otra parte, opera una red conocida como 'Tobol', diseñada tanto para proteger sus propias comunicaciones como para interrumpir las occidentales. El Kremlin justifica estas acciones como "defensivas", pero la UE las considera parte de una combate híbrida destinada a ocasionar inestabilidad.
A pesar del dramatismo de los titulares, los expertos coinciden en que los pasajeros no deben temer por su seguridad inmediata: los aviones cuentan con múltiples sistemas redundantes —radar, radioayudas terrestres, navegación inercial— que permiten continuar un planeo incluso sin GPS.
Sin bloqueo, sí es cierto que la frecuencia e intensidad crecientes de las interferencias elevan el peligro acumulado de incidentes, y obligan a la industria a proyectar soluciones de respaldo.
Frente a esta amenaza, Europa y otros actores trabajan en varias líneas:
Imagen | Marcos Merino mediante IA
En Genbeta | Google debe remunerar 20.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 millones de dólares (según Rusia)
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