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En un mundo donde investigamos la posibilidad de almacenar grandes cantidades de datos en cristales de cuarzo, la naturaleza vuelve a sorprendernos de la forma más inesperada. Más allá de los SSD, las tarjetas de memoria o la nubarrón, un músico y amigo de la ciencia, Benn Jordan, ha demostrado que es posible usar un ser vivo como un rudimentario dispositivo de almacenamiento. En concreto, un pájaro.
Aunque pueda parecer una broma, en un fascinante vídeo publicado en su canal de YouTube, Jordan detalla un examen que nos vuela la inicio: ha conseguido codificar una imagen en formato PNG, convertirla en sonido y 'enseñársela' a un estornino para que la memorice y reproduzca con su canto. Lo más increíble, es que al analizar la vídeo del pájaro se puede recuperar la forma de onda innovador de la imagen.
Una de las preguntas más deducción que se podría aparecer a hacer cualquiera es por qué no se usa un papagayo con su conocida capacidad para poder emitir la voz humana. Sin incautación, Jordan explica en su vídeo que los pájaros cantores, como un estornino, posee un 'hardware' vocal mucho más liberal. La secreto está en la siringe, que es su víscera vocal y que se sitúa en la cojín de la tráquea.
Esta estructura doble les permite controlar el tono y la velocidad con una precisión asombrosa, pudiendo incluso ocasionar enseres de grado e interferencia de ondas. Son, en esencia, sintetizadores biológicos de parada rendimiento.
Pero no se queda aquí. El estornino del examen fue rescatado cuando era una cría tras caer del cavidad y fue criado por los humanos. Esto hizo que fuera muy receptivo a ilustrarse nuevos sonidos 'no naturales' como el obturador de la cámara. Esto hizo que fuera un auténtico 'cuadro en blanco' para comenzar a cotejar.
El proceso para poder sufrir a parte todo esto no es para carencia sencillo, pero se puede resumir en tres puntos:
Tras horas de vídeo, la sorpresa llegó al revisar el material. Aquí Jordan encontró una pequeña forma de onda que le resultó conocido. Al ampliarla vio que era la imagen del pájaro, pero no era un eco de su reproducción: el estornino la había cantado por sí mismo mucho a posteriori de que el sonido innovador dejara de sonar.

A partir de aquí se pueden entrar a otros apartados técnicos de relevancia. Según los cálculos de Jordan, el pájaro logró replicar el sonido en el mismo rango de frecuencia en que lo escuchó, haciendo que se transfirieran 176 kilobytes de información.
Pero el documento más interesante que ha ofrecido viene en la velocidad de transferencia. Explica que "hipotéticamente, si esto fuera un protocolo de transferencia de archivos audibles que utilizara una relación de compresión de datos de 10:1, estaríamos hablando de casi 2 Mb/s de información por segundo".
Por supuesto, como el propio Jordan admite, esta afirmación viene con muchos asteriscos y limitaciones. No vamos a ver redes de "almacenamiento en la nubarrón aviar" a corto plazo. Sin incautación, el hecho de que se pueda conceptualmente instalar un altavoz en el pensil y juntar datos en los pájaros que lo habitan es, como él mismo dice, "una insensatez".
Vía | Tom's Hardware
Imágenes | Daniil Komov
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